El Actual Periodismo Investigativo:
Farandulero y Sensacionalista
Tres libros como ejemplo
«El que no lee, se convierte en la pelota de la opinión de los
otros»
Franz
Jägerstätter
Leer es sin duda uno de los actos más
trascendentales que puede realizar un ser humano durante el día a día. Para
realizar este acto, o sea el leer,
existe todo tipo de literatura, profunda, reflexiva, intelectual,
amarilla, farandulera, etc, etc. La lectura y el gusto por uno de estos tipos
de texto son totalmente individual, puede ser criticable, pero sigue siendo
individual la elección. El caso es que el lector esté debidamente informado de
lo que va a leer, por ejemplo compra un libro para conocer y reflexionar sobre
un tema determinado y es justamente lo que lee, es sin duda gratificante, pero
cuando adquiere una obra con una expectativa, creada, por supuesto y resulta
que lo leído es todo lo contrario a lo esperado, por decir lo menos, se siente
estafado, porque deseaba un texto profundo y se encontró con uno farandulero y
simple, es aquí donde surge el problema. Un dilema que en la actualidad es el
caldo de cada día dentro de la literatura, muy especialmente la de carácter
investigativa periodística, en el siguiente artículo analizaremos tres libros
con grandes ínfulas intelectuales, que han sido un verdadero fraude para el
lector.
Quiero dejan en claro además, que todo este
trabajo no apunta a una defensa de ningún
aludido en particular, ya que por diferentes circunstancias y
pensamiento no me ciento cercano a ninguno de ellos, por tanto este ensayo,
solo busca develar una realidad de
nuestro periodismo investigativo, dando a conocer tres libros que demuestran
nuestra hipótesis.
De
tanto, en tanto sale publicado un libro sobre los aciagos y complejos años de
la dictadura militar de Augusto Pinochet Ugarte. Estas investigaciones
periodísticas empezaron a surgir antes y después del fin del régimen
dictatorial, aunque durante el gobierno militar fueron estos: textos
clandestinos, perseguidos por la censura, que además eran de una muy limitada
difusión, en este momento, como no recordar la revista de los jóvenes alumnos
de la universidad de Concepción <<ENVES>> (1973 – 1975), que
buscaban junto con informar de los sucesos que ocurrían en el país, mantener la
antorcha de una cultura que se apagaba rápidamente frente a la quema de libros
y cierre de algunas editoriales. En esta misma senda esta la revista <<La Bicicleta>> (1978 – 1990),
que no fue clandestina como la anterior, ya que logro pasar la censura del
régimen y podía ser vendida en kioscos, era un verdadero faro de denuncia sutil
en contra de la represión cultural y política, siempre al límite de lo tolerado
por el gobierno. Otro proyecto cultural – periodístico, fue el que nació
después de varias juntas en bares de Santiago de escritores, poetas,
periodistas, entre otros, dirigidos por el escritor Díaz Eterovic y el poeta Jorge Tellier, nos referimos a <<La
Gota Pura>> (1980 – 1984), revista que se hizo con más ganas que dinero,
como recordó hace algún tiempo su director Díaz Eterovic, tenía la doble
función de denunciar los excesos del régimen y ser una puerta a la cultura, fue
la primera revista que publico por ejemplo poemas de Charles Bukowski, cuando
este, no lo conocía nadie en el medio chileno. Otra publicación fue la revista
<<APSI>>, la que con gran valentía y con una persecución constante
público sendos reportajes sobre las torturas y los servicios de inteligencia
(que nada tienen de inteligentes)
.
.
Con la llegada de la democracia, el principio
de la libertad de expresión volvió a los medios de comunicación, esto permitió
que la ciudadanía en general pudiera conocer las verdaderas dimensiones de las
políticas represivas del gobierno de Pinochet y sus aparatos de seguridad, libros
como: “Los Zarpazos del Puma,
La Caravana de la muerte” de la
periodista Patricia Verdugo o “La
Historia Oculta Del Régimen Militar” de Ascanio Cavallo Castro, fueron
revelaciones, para una población mayoritariamente ignorante de las verdaderas
dimensiones de la violencia que fue ejercida por la maquinaria de seguridad del
estado, ya que una cosa es “escuchar rumores”, y otra muy distinta, es conocer
los “hechos reales”, a través de investigaciones serias que dejan poco espacio
para la duda, creo que en este punto y guardando las proporciones
cuantitativas, y no las cualitativas, causo el mismo impacto que las
revelaciones de las atrocidades del régimen nacional-socialista en Alemania.
Estos aciertos periodísticos tuvieron la gracia
de colocar rostro humano a lo que se presumía, conocer de primera mano la
vivencia de las víctimas, sus vidas y pasiones, en otras palabras, el lector de
estos libros pudo “con – padecerse” del
sufrimiento de una época de terror para muchos chilenos, por este motivo, no
nos cabe la menor duda que fueron verdaderos aciertos periodísticos, que obligo incluso a acérrimos defensores de
la “obra” del gobierno militar y de la figura de Augusto Pinochet, a reconocer
públicamente estos actos y tomar conciencia de su rol en este período, aunque
no con toda la fuerza que se desearía, por cierto.
Pero a medida que los años han pasado, que las
huellas de ese periodo fueron perdiendo “vivencialidad”,
las investigaciones también han perdido la fuerza de la “revelación”, del
“conocer” y “comprender”; para dar paso a una nueva forma de investigar casos de
violación a los derechos humanos durante la dictadura, que podríamos denominar
de “farandulización”, o sea, de impactar a través del sensacionalismo y
sentimentalismo morboso a la población, esto se debe a varios factores, pero a
nuestra juicio uno de los más importante de estos, es que las nuevas camadas de
periodistas, salidos de las universidades se les ha inculcado, un deseo ávido
de protagonismo y estrellato, que raya en cierta locura personal, desean que
las luces de las cámaras los distingan como reporteros destacados, en otros
términos, buscan esos quince minutos de fama como nos proponía el artista Andy
Worhol.
Por tanto, los textos investigativos que alguna
vez impactaron por la verdad, se fueron diluyendo, por otros que buscan en
cuestiones banales, sexuales o verdades a medias, atrapar a un público
consumista de historias oscuras, de escándalo de la semana o de twiters
reveladores. Dentro de esta nueva línea periodística tenemos libros como “Doña Lucia” de Alejandra Matus,
reportera censurada años atrás por “denunciar”
corrupción en la alta jerarquía del poder judicial a través de un texto titulado: “El libro negro de la justicia chilena”,
texto que pecaba de generalizaciones, opiniones sin fundamento y muchos, pero
muchos testimonios ANÓNIMOS, incapaz
de poder verificarse. A la periodista se le abrió un proceso por difamación,
pero ella se las arregló para salir del país y denunciar el hecho como una
persecución a la libertad de expresión. Han pasado los años de ese bochornoso
incidente, y nuevamente, la reportera nos vuelve a tratar de impactar ahora con
una biografía no autorizada, al
mejor estilo de las creaciones amarillistas del periodismo norteamericano,
sobre la vida de la matriarca del clan Pinochet, Lucia Hiriart, este texto al
igual que el anteriormente citado, no aportan nada a la verdad histórica del
período militar, más bien tergiversan los hechos, otorgando un protagonismo
fuerte a una persona más bien mediocre en ideas y pensamientos, colocando
énfasis a los problemas familiares y domésticos de un matrimonio disfuncional y
amante de la riqueza, como lo hacen los programas de farándula. Un libro que peca de opiniones personales que no se basan
más que en apreciaciones y en este caso valga la redundancia, muy personales de
la autora, ratificada por citas que no se pueden comprobar, por ser de
testimonios, otra vez, “anónimos”,
de guardias, amigas o personal de servicio, dichos en pasillos, detrás de las
puertas o en conversaciones tomando el té, por tanto todos los arranques
reveladores de la periodista, no tienen
fundamentos claros para llegar a esas conclusiones. Es así que el lector queda
con la sensación de solo haber leído un libro de “pelambre barato” con ínfulas de profundidad.
La decadencia de la investigación
periodística ha llegado a niveles escandalosos en estos últimos años,
reporteros expuestos públicamente como inventores de confabulaciones, que no
poseen pruebas para demostrar lo dicho, un ejemplo en esta línea que se me
viere a la memoria, es el libro "Quién
más que tú. El caso Gervasio" sobre la trágica muerte del cantautor chileno
-uruguayo, del periodista César Parra, que se ha hecho conocido en el medio por
investigar casa con fantasmas en la ciudad de Santiago. En el texto citado
anteriormente, dispara acusaciones poco sutiles al boleo, involucrando a
conocidos artistas en hechos oscuros, simplemente por conocer a miembros de la
DINA o CNI, ser defensores del régimen militar, tener un bar frecuentado por
algunos agentes de estas organizaciones de seguridad o encontrarse en un lugar
poco apropiado.
Ahondemos un poco en los dichos de César Parra,
en su libro desliza como dijimos acusaciones graves a famosos artistas como:
Sergio
José Hirane Sarkis “Checho Hirane” y al conocido cantante “Peter Rock” (Peter Mociulski von Remenyik), de estar involucrados
en hechos siniestros, como fue la muerte de Gervasio, además acusa a todos los
artistas proclive al gobierno dictatorial de pertenecer a una agrupación que el
periodista denomina "farándula
pinochetista", término por su puesto acuñado por él mismo. El caso que
después que se publicó el libro, el primero en salir a desmentir las
acusaciones fue “Checho” Hirane desde su programa radial en radio agricultura y
en una entrevista de televisión “Mentiras Verdaderas”. Parra deja en el aire la
idea que Hirane “…podría saber algo…”
sobre la muerte de Gervasio, esta acusación muy mal intencionada, dicho sea de
paso, deja a Sergio como un “posible”
cómplice, a esta conclusión llega Parra a partir de un solo hecho
demostrable, que el jefe de la CNI Álvaro Corbalán frecuentaba junto con algunos
de sus esbirros el pub "Romeo",
de propiedad del humorista y del cantante Miguelo. El seudo – investigador
piensa que fue en ese lugar donde se habría fraguado el asesinato del canta –
autor uruguayo al decir en entrevista y parafraseando su libro “Quizás parte del asesinato de Gervasio fue
planificado en las mesas del Romeo" , pero al revisar las fuentes en
que se basa esta afirmación, solo encontramos conjeturas de <<podría
ser>>, <<en algún
momento de borrachera, alguien dijo algo>> y <<podrían haber escuchado algo los dueños>>, o sea nada
concreto, de una ambigüedad insultante, que deja todo a la imaginación y nada a
la realidad, lo curioso de esta artera acusación maliciosa, es que después
nuestro flamante investigador en un juego dialéctico acrobático dice en una
entrevista en radio Cooperativa que: “Checho
Hirane curiosamente salta y empieza a decir que yo lo estoy involucrando en el
crimen, cosa que yo ni siquiera sugiero". Con esto, impide cualquier
tipo de demanda por difamación, escudándose en que nunca hizo una acusación <<clara y contundente>>,
sino que una “conjetura” basada en posibilidades de novela policial barata.
Demás está decir que Hirane desmintió públicamente los dichos de nuestro
farandulero periodista, al decir que: Gervasio trabajo en su local, que por
años fueron amigos, colocando de testigo a la ex –esposa del cantante y otros
artistas. Además clarifico que a su
local llegaba todo tipo de comensales, de derecha e izquierda, mujeres y hombres, ya que era un Pub de los que hacia furor en la década de los 80’, porque en este periodo no había mucha competencia, gracias al toque de queda
imperante. Por tanto, no era de extrañar que apareciera algún miembro de los
aparatos de represión. Finalmente Hirane que reconocer ser de derecha y
defensor de la “obra” del gobierno militar, si condena abiertamente los
crímenes en contra de los derechos humanos.
Pero no contento con esto, nuestro investigador
acusa también a otros artistas, sutilmente por supuesto, de encubrir “algo a través del silencio cómplice” refiriéndose acciones de la CNI, ya que a su
juicio, personas como Horacio Saavedra que le enseño a tocar guitarra a Álvaro
Corbalán o Alicia Puccio quien le enseño a cantar, “podrían” haber escuchado “algo”,
que pueda ayudar a esclarecer el asesinato de Gervasio o de otras personas,
como si estos seres bestiales, entre clase y clase de música dijeran “…por cierto voy a torturar y asesinar a…”,
por tanto, la acusación no puede ser más estúpida y sin fundamento.
Pero como si ya las acusaciones al boleo
no fueran suficiente, se ensaña con “Peter Rock, al sugerir que éste podría ser
uno de los dos artistas que se ganaron la confianza de Gervasio, para luego
entregarlo a sus asesinos, que según el seudo - investigador ya están
identificados, serían carabineros del GOPE, el problema que no menciona ningún
nombre de alguno de ellos, para, y escuchen bien “…no entorpecer la investigación…”. Como si sus fantasías no fueran
suficiente cortina de humo en la investigación realizada por la justicia. Volviendo a Peter Rock en el libro se
da a entender que “podría” ser uno
de los artistas involucrado en el caso, ya que trabajaba con él, estuvo en la
escena del crimen e iba regularmente al pub Romeo, durante gran parte del libro
desliza y opina de una complicidad del octogenario cantante.
La polémica duro hasta que Peter Rock fue invitado
junto con Parra a realizar un cara a cara, en un programa de televisión
farandulero llamado “Primer Plano”, la inocencia completa del cantante salto
a la vista, cuando las “supuestas”
fuentes en que se basaba la incriminación, que en este caso eran “testigos”, no solo negaron al aire
haber dicho lo que el periodista exponía como una “verdad”, sino que públicamente lo acusaron de tergiversar sus
dichos y lo amenazaron con una querella por difamación, cuestión que no sabemos
si se realizó. El periodista, después de quedar públicamente en evidencia sus
mentiras mal intencionadas, en vez de pedir perdón al susodicho cantante, hombre que por lo demás estaba enfermo y no se podía expresarse como él deseaba, simplemente dijo: “me quedo con mi
verdad”, como si la verdad de los hechos acaecidos al artista Gervasio
fueran de carácter puramente “subjetivo” y sujeto a una muy, pero muy libre
interpretación personal, por tanto, al periodista se le sugiere que continúe
por la senda segura de investigar casa embrujadas, posesiones y duendes.
En esta misma línea de
sensacionalismo barato y opiniones mal intencionadas se encuentra el libro “A la Sombra de los Cuervos” del
periodista Javier Rebolledo, un hombre que según su currículo, es un “especialista” en la investigación de
temas relacionados con violaciones a los derechos humanos en Chile durante la
dictadura, abusos a menores y denuncias de malas prácticas empresariales y
políticas.
Su libro, que debería ser postulado al Nobel, realiza un supuesto relato sobre la
participación de civiles durante la dictadura, que ayudaron y fueron
protagonistas de cuestiones terribles. Este tema, demás está decir que ya ha
sido expuesto en otras investigaciones anteriores, nos referimos a la
participación de civiles, el caso “novedoso”
del texto, es que casi la mitad del libro está dedicado a la familia Kast,
familia que en los últimos meses ha tenido una fuerte notoriedad pública, por
su participación activa en la elecciones presidencial de dos de sus miembros,
aun que debemos decir que esta familia ha participado mucho en política desde
antes del retorno a la democracia.
Esta
supuesta investigación realizada por
Rebolledo, la inicia con una serie de afirmaciones que pecan de
inmediato de mentiras retorcidas. Para empezar, el libro expresa mañosamente
que el patriarca de los Kast, Miguel Kast Shindele inmigrante alemán, era
miembro del “ejército Nazi”, que
después de la guerra había “huido” a
Chile con la ayuda de la Cruz Roja, ya que había “falsificado” su documentación, posteriormente un antiguo “oficial nazi” Erik Wünsch que había
emigrado a Chile, tras la guerra, le ayudó a “conseguir” las visas. En noviembre de 1950, comenzó el éxodo
definitivo hacía Chile.
Toda esta información “investigada acuciosamente” por Rebolledo en realidad no es
secreta, ni fue descubierta en un oscuro sótano del castillo de Wewelsburg (centro de las SS en Alemania)
o sacada de los archivos del famoso cazador de nazis Simon Wiesenthal, ni
tampoco descubierta en textos sobre la “operación
ODESSA” (Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen), si no del libro de la
propia viuda de Miguel Kast, Olga Rist
Hagspiel titulado: “Misión de amor”,
libro que desea ser un testimonio de un matrimonio católico, para otras
personas, de hecho el libro es de fácil adquisición, basta ir a las tiendas
Mahringer, que están vinculadas al
movimiento católico Shoenstatt para
poder obtenerlo. La historia apunta a ser un testimonio de como una pareja
cuando tiene verdadero amor puede superar todo tipo de problemas y
adversidades, su autora se explaya con tranquilidad sobre la participación de
su marido en la guerra, ya que este NO
cometió ningún delito que pueda ser censurado. Después de leer el texto, se lo
recomendaría a matrimonios y parejas que tengan problemas en sus relaciones
amorosas.
Ahora volviendo a lo expuesto tendenciosamente por Javier Rebolledo, en
primer lugar, salta a la vista sus casi nulos conocimientos del régimen
Nacional –socialista de Alemania, y por añadidura de la Segunda Guerra Mundial,
ya que realiza una serie de afirmaciones que NO son reales. Primero, dice tajantemente que Miguel era miembro
del “ejército nazi”, pero Miguel era en realidad miembros de la “Wehrmacht” o
ejército alemán, el cual enganchaba a sus componente a través de la ley de
reclutamiento obligatorio (promulgada el 16 de marzo de 1935), la que
decía en su artículo primero << El
servicio militar obligatorio es la base sobre la que se configuran las Fuerzas
Armadas>>, por tanto, ingresar al ejército no era un acto
voluntario y libre, de esta suerte, Miguel Kast tuvo que ingresar a las fuerzas
armadas por obligación, para defender a su patria. Fuera de esto, el ejército alemán por doctrina
era apolítico y legalista, o sea que reconocía el legítimo gobierno que imperaba
constitucionalmente en el país, que por desgracia era el de Hitler, recordemos
que el partido nacional - socialista llego legal y democráticamente al poder,
la mayoría de sus acciones las realizo bajo el paragua de la ley, entre otras,
las leyes de Núremberg, este punto lo reconocía el famoso filosofo del derecho
positivo Hans Kelsen (de origen judío); nos guste o no, esa es otra cosa.
Miguel Kast con uniforme del ejército germano |
También debemos tener presente, que si bien las
fuerzas armadas del Tercer Reich eran apolíticas, entre sus miembros se
fraguaron casi todos los atentados en contra de la persona de Adolf Hitler, ya
que muchos de los miembros de la oficialidad veían al Führer
como el verdadero enemigo del pueblo germano, así queda bien acreditado con los
complot realizados por el capitán Axel von dem Bussche en 1942 y el Coronel Claus von
Stauffenberg en la famosa operación <<Valquiria>> de 1944.
Dentro de este esquema inventado por Rebolledo,
aparece una segunda afirmación, que Miguel Kast participo en acciones
criminales dando por hecho que pertenecer al ejército alemán era sinónimo de
violación a los derechos humanos, cosa que no es así, ya que en toda guerra los
ejércitos cometen excesos y acciones deplorables, pero esta no es la doctrina
oficial del ejército germano, aún más durante el juicio de Núremberg, el
general Keitel reconoció que había actuado en contra de todo lo que creía, al
dar la orden de destrucción total en el frente oriental (URSS) por presión de
Hitler. Como el ejército alemán fiel a ciertas doctrinas no participaría de
buenas ganas en exterminios y genocidios planificados, la cúpula de la jerarquía
nazi hecho mano a su “propio ejército”, ese que era del partido y compuesto en
su mayoría por fanáticos nacional –socialistas y anticomunistas, me refiero a
las SS creadas por Heinrich Himmler, estas unidades desde el
principio y por sobre la ley, realizaron actos terroríficos como: las unidades Einsatzgruppen
que asesinaban impunemente civiles en Polonia y Rusia. Las SS tuvieron una
serie de subdivisiones como: las SS Waffen o tropas de combate que estaban a
las órdenes del ejército y el partido, pero más obedientes al partido, las
Sicherheitsdienst
o servicio de inteligencia que con el tiempo se transformaría en la GESTAPO, además
de tener un ala civil – política llamada Allgemeine-SS. Fueron estas
fuerzas las que realizaron la Solución Final y toda la política de exterminios
raciales. Por tanto, como Miguel Kast no
era miembro de estas selectas unidades criminales, sino del ejército no se le
puede acusar de ser un asesino, ni miembro del partido nacional- socialista,
con esto no deseo exculpar acciones criminales de miembros y secciones del
ejército alemán, pero también esas acciones bárbaras fueron realizadas por
ingleses, franceses, estadounidenses y soviéticos, que definitivamente no
fueron los buenos de la historia, sino simplemente los vencedores.
Miguel, como oficial participo en la Operación Barbarroja o invasión de URSS, como
otros 3 800 000 más, cumpliendo con el deber para con su país, Rebolledo esto
lo encuentra “mal”, pero Miguel Kast o participaba o era fusilado por traición
a la patria, como fue el caso de muchos alemanes, entre los que se encuentra el
de Franz
Jägerstätter (austriaco), en estado de guerra no hay muchas alternativas.
Franz Jägerstätter |
Su experiencia en el ejército de Hitler
incluyó, según el libro, la invasión a URSS, su escape del frente de Crimea por
la contraofensiva del ejército soviético,
su ascensión a cabo en Austria y luego a subteniente, antes de partir al norte
de Italia, donde fue detenido por el ejército estadounidense. El propio Kast
contó en un artículo en la revista Hacer
Familia, que “mi salvación fue haber
sido destinado a Italia”.
Cuando la guerra aún no concluía, Kast obtuvo
documentos de la Cruz Roja. “Un amigo lo
convenció de que destruyera su carné de oficial del ejército y se quedara con
uno nuevo como oficial de la Cruz Roja. Presionado por la incertidumbre y el
temor de ese momento, Michael quemó sus papeles y aceptó los nuevos”,
continúa su viuda, este punto es de comprender, el mundo odiaba a los alemanes,
por muchas de las atrocidades que ellos habían provocado, por tanto los aliados
no tenían un comportamiento muy humanitario hacia los rendidos en general, solo
basta leer las ordenes emanadas de los aliados hacia los prisioneros de guerra
para darse cuenta de la situación de los capturados en sus mano. Luego lo
contactó Erik Wünsch, un ex oficial del
ejército germano que había emigrado a Chile tras la guerra, quien le ayudó a
conseguir las visas para venir a este país, en busca de una vida mejor. En
noviembre de 1950, comenzó el éxodo definitivo. Según lo que dice su familia
Miguel fue un hombre bastante ejemplar ya que fue Rotario, miembro de la Cámara
de Comercio, del Comité de Adelanto del Hospital de Buin, de la Asociación de
Canalistas, integrante de Centros de Padres, bombero honorario, promotor de
reconstrucción de iglesias y viviendas post terremotos, firme promotor de
Centros de Adultos Mayores, padrino de muchas escuelas básicas, entre muchas
otras actividades.
Miguel fundo una empresa de cecinas y
restoranes llamados “Bavaria”, en los aciagos días de la represión más violenta
de la dictadura militar, el periodista acusa a Miguel y a su hijo mayor de ser
partícipe del asesinato de Pedro Vargas –que ocurrió en 1973-, que era militante
del MIR y que había trabajado para su industria. Lo que no se dice es que junto
con Pedro Vargas, trabajaban también su padre, don Bernabé Vargas, su hermano
Jorge y uno de sus cuñados -casado con Silvia Vargas-, quienes tras la muerte
de Pedro siguieron trabajando hasta que se jubilaron, esto nos llama
poderosamente la atención, ya que el libro nos presenta estos hechos con
imágenes de una ferocidad y crueldad mayúscula por parte de los Kast hacia la
familia Vargas, y por otro lado, los hechos hablan en forma muy diferente, que
esta familia permaneció al lado de sus supuestos verdugos, como el periodista
puede explicar este punto, por tanto se puede apreciar una verdad a media y
bien tergiversada por lo visto.
Luego el libro se lanza en picada en contra del
hijo mayor del clan Kast, el economista gremialista Miguel Kast, integrarse del
Departamento de Estudios de la Oficina de Planificación Nacional (Odeplan),
cuyo ministro era el capitán de navío en retiro Roberto Kelly Vásquez. No hace ninguna acusación seria hacia el
trabajo realizado en Odeplan, más que resaltar que es uno de los arquitectos de
la imposición del plan “ladrillo” y el sistema neoliberal en Chile. Pero si
menciona con vehemencia que fue consultor de la agencia de inteligencia sobre
temas económicos, aún que deja en claro que no tenía ninguna relación con los
organismos de represión, si siembra la duda sobre sus actividades, dejando
alguna conjetura sobre si el participaba de la represión brutal de estos
organismos o sabía de las políticas de exterminio. Luego la investigación de Javier Rebolledo
toma otro camino, ya que lo relaciona con la quiebra de la Cooperativa de Ahorro y Crédito <<La Familia>>, -que el
periodista la denomina “la Cutufa de los
gremialistas” o sea del futuro partido Unión Demócrata Independiente UDI,
dice- que tuvo un rol central en el
financiamiento del Frente Juvenil de Unidad Nacional, organización que contaba
con un Consejo Nacional compuesto por 18 personas, entre ellos Miguel Kast, al cual se acusa de realizar acciones
fraudulentas que llevo en parte a la quiebra de la entidad, perdiendo sus
afiliados, gente de clase media y pobres todos sus ahorros. Este punto que el
periodista resalta tanto, fue desechado por los tribunales de la época, por
falta de evidencia, el abogado de las victimas Pablo Rodriguez Grez, a quien no
podemos tildar de amigo de la UDI o de la familia Kast, en entrevistas
posteriores si bien sostiene la implicancia de terceros en la quiebra, y
fraude, no realiza ninguna acusación directa de esto a Miguel Kast. Por tanto,
como se puede apreciar, el periodista formulo su acusación en base a supuestos
e interpretaciones muy personales.
Lo peor del susodicho libro no es ser un texto
poco serio y falto de rigurosidad, sino que como los libros del ahora poco
celebre y hétero- machista Jorge Baradit, son citados por otros periodistas
como <<santas palabras>>, de una verdad indudable y a toda prueba,
como lo hicieron Javiera Parada e Ignacio Franzani, dando por hecho hasta sus
más mínimos detalles.
El viejo
periodismo de las décadas de la dictadura y los primeros gobiernos de la
concertación se han diluido completamente, nada queda de ese romanticismo y
valentía, cuando escribir una denuncia te podía costar la vida, cuando era
necesario que el mundo supiera la verdad de los hechos. Ahora, nuestros
faranduleros y poseros investigadores están más preocupado del impacto
mediático y el obtener generosas dadivas que de hacer verdadero y responsable
periodismo, ya que nada se arriesga en la actualidad, más que ser invitado a un
programa de televisión o contratado en algún medio de noticias.