Etienne Gilson
UN PENSADOR
REVOLUCIONARIO
Para
Mauricio Tapia,
un
verdadero amigo, por
Las
largas conversaciones
Sobre
Santo Tomás de Aquino
Cuando aún cursaba mis estudios en la
universidad en historia y teniendo un tiempo libre entre lectura y lectura,
decidí despejarme viendo una película en el cine, cuando llegue a la ventanilla
de éste último me fije que la película que se estaba exhibiendo tenía el título
“De Mao a Mozart”, el nombre no me
dijo nada en ese momento, una vez instalado en la butaca pude ver un largo
documental realizado por el director Murray
Lerner sobre el viaje realizado en 1981 por el extraordinario violinista
Isaac Stern a China Popular. En la película se mostraba una mezcla extraña,
ya que por una parte mostraba el arte en acción y un mundo cultural, en este
caso el chino, sediento de éste y como contra partida una bestial y barbárica
arremetida por parte de un hombre que simbolizó el terror destructivo del arte,
el hombre se llamó Mao Zedong y su seudo revolución
cultural, pero el arte sobrevivió mientras que el mal desapareció. Ahora se
preguntará el lector por que iniciar una introducción a partir de un recuerdo
cinéfilo, simple, que lo presentado por Lerner es muy parecido a lo ocurrido a
la cultura católica occidental, una furiosa arremetida por parte de un mundo
barbárico, que quiso sacar primero el saber medieval, luego el pensamiento
cristiano y no contento con esto, finalmente a Dios del orden de la cultura
occidental, pero a pesar de este gran y colosal esfuerzo, la historia tiene su
mecánica para amoldarse, mecánica que ésta más allá del hombre y del tiempo
línea, y quien pensaría que los hijos del positivismo, o sea del más frío
pensamiento humano saldría una poderosa elite intelectual capaz de traer
nuevamente el mundo medieval, cristiano y a Dios a la mesa de occidente como
una fuerza de la razón tan respetable como el resto del engranaje del
pensamiento occidental. Es en este renacimiento cultural en donde se destacó la
figura del pensador, escritor y filósofo francés
Etienne Gilson.
Hablar de
Etienne Gilson, es hablar de una de las mentes más preclaras de Francia del
siglo XX, un hombre que por su naturaleza espiritual se abocó a los estudios y
la investigación en el área de la historia y la filosofía. Un hombre que
realizó un gran aporte a los estudios tomistas. Para comprender mejor a este
gran pensador galo, es necesario introducirnos en otro de los hombres grandes
del pensamiento europeo y cristiano, que fue la pasión de Gilson, nos referimos
a Santo Tomás de Aquino, el filósofo
escolástico del siglo XII que construyó toda una mecánica de pensamiento humano
que aún hoy perdura.
Santo Tomás de Aquino, aquel “buey mudo” que bramo tan fuerte que el eco de su pensamiento sigue inspirando generaciones de pensadores, ha tenido dos momentos de singular importancia en la historia, fuera claro ésta de su propia época. Durante el periodo de la reforma católica en el siglo XVI, su obra fue intensamente estudiada, sobre todo por los grandes juristas españoles como lo fueron: Suarez y León, sólo por dar dos ilustres nombres, quienes fundaron una importante escuela de derecho natural, basada en las ideas que extrajeron de la escolástica que hasta nuestros días tiene una gran importancia e influencia en el mundo de la filosofía y el derecho.
El segundo momento fue a fines del siglo
XIX y la segunda mitad del XX, que se inicia con un llamado del Papa León XIII En la encíclica Aeterni Patris, en esta pide a los
intelectuales interesarse por las ideas de Santo Tomás de Aquino, es importante
tener presente que los estudiosos que se inspiraron en esta encíclica no
deseaban desenterrar un pensamiento y transformarlo en una pieza de museo
viviente, eso hubiera sido una falta de especulación histórica e intelectual,
muy por el contrario se trató más bien, de revalorizar el pensamiento de los
grandes maestros de la escolástica, muy
particularmente la doctrina de Santo Tomás de Aquino, construyendo a partir de ella
nuevas concepciones políticas, filosóficas, éticas e históricas, era por tanto
una verdadera revolución, que vino a sacudir como todas las revoluciones los viejos cimientos del mundo cristiano y de
occidente.
Los jóvenes intelectuales que oyeron la
voz de su Santidad, se impusieron la tarea de impulsar el estudio de la
escolástica directamente de las fuentes, a partir de este punto construir un
edificio nuevo en el pensamiento filosófico contemporáneo que diera respuesta a
las grandes interrogantes del hombre moderno, pero que también respondiera a
los problemas de nuestra época. Bajo el
paraguas de esta escuela Neo – Tomistas
se encuentran nombres de todas las partes de Europa como los franceses: padre Reginald Garrigou-Lagrange y Jean
Maritain, el polaco Mieczyslaw
Krapiec, los ingleses Federick
Copleston, Cherteston y Christopher Dawson, los españoles Julián Marías y Antonio Millán Puelles,
solo por nombrar alguno, de entre una gran masa de destacados intelectuales
cristianos. Entre estas selva de mentes brillantes se encuentra nuestro Etienne
Gilson.
Antonio Millán Puelles |
Etienne
Gilson nació en la ciudad de París, hijo de una
familia católica asistió al seminario-colegio diocesano de Notre-Dame-des-Champs, donde cursó sus estudios básicos, para luego
ingresar en el Liceo Enrique IV donde realizó su bachillerato. Después de
cursar sus estudios realizó su servicio militar obligatorio, para
posteriormente ingresar a la universidad de la Sorbona. En este lugar se empapo de lo único que se dictaba en esa
época en las aulas humanistas y científicas, positivismo, positivismo y más
positivismo. Como tenía importantes inquietudes metafísicas decidió al igual
que Jean Maritain tomar las clases del metafísico del momento, el gran escritor
y filósofo Henri Berson, que
impartía clases en el Instituto de
Francia – organismo que tenía una fuerte rivalidad con la Sorbona -, aquí
pudo empaparse de las primeras ideas sobre el SER, la existencia y la intuición
de la mano de una de las mentes más brillante de la época, no por nada, Berson
recibiría los premios de literatura
francés y el Nobel de literatura más
tarde.
Cuando realizaba sus estudios de doctorado
en la Sorbona, su maestro de tesis el profesor Lucien Lévy-Bruhl, le propuso que estudiara los pensamientos de Rene Decartes, curiosamente los
estudios de este destacado pensador y matemático del siglo XVI, considerado un
verdadero revolucionario en el pensamiento científico moderno, lo empujo en la
vertiente contraria al positivismo y las ciencias, lo lanzo directamente a los
brazos de la escolástica, ya que como bien sabemos, Decartes creo toda una
mecánica de pensamiento para combatir lo que él denominaba la “vetusta escolástica medieval”, lo
curioso del caso era que el deseo insaciable de este pensador del siglo XVI por
construir un edificio filosófico completamente nuevo, lo llevo a mantener las
categorías del pensamiento de los escolásticos muy especialmente las de Santo
Tomás de Aquino, esto llevo inevitablemente a Gilson a sumergirse en el estudio
filosófico del Doctor Angélico, pero también de otros pensadores de la época como
San Buenaventura, con el tiempo el
mismo Gilson diría: “En cuanto vi claro
que, técnicamente hablando, la metafísica de Descartes no era más que un amaño
chapucero de la metafísica escolástica, decidí aprender la metafísica de
aquellos que realmente la habían sabido, es decir, de aquellos escolásticos a
quienes mis profesores de filosofía podían despreciar libremente, ya que no los
habían leído” ( Dios y la filosofía, p. 20.)
Rene Decartes |
Después de estudiar las obras de Santo Tomás y a San Buenaventura, se percató de que la vapuleada escolástica poseía una rica veta de especulación filosófica y que esta había sido literalmente silenciada bajo el manto de ser una filosofía impropia de la razón, al parecer los grandes pensadores de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX estaban muy dispuestos a creer en unicornios, en hombres que nacen buenos debajo de una encina, en la dialéctica o en charlatanes que podían predecir el futuro a través de la astrología como Nostradamus, pero no así de la religión y los pensadores medievales por ser estos contrarios a los preceptos sagrados de la razón y las ciencias. Gilson al percatarse que el gran edificio de la filosofía moderna y contemporánea estaba construida bajo cimientos de la antigüedad clásica y medieval entonces se aboco por entero a estudiar este periodo del pensamiento europeo, deseaba desenterrar los viejos conocimientos silenciados o enterrados y luego especular sobre ellos, en otras palabras comenzó a construir en donde Santo Tomás y los demás escolásticos habían quedado.
En 1913, se inicia su trabajo docente
enseñando en la escuela Lille, este período docente fue bruscamente interrumpido
por el estallido de la Primera Guerra Mundial, al final de esta conflagración
retorno a sus clases. La Universidad de
Estrasburgo le entregó una cátedra en historia de la Edad Media.
Posteriormente su Aula Mater, la universidad de la Sorbona le dio la cátedra de
historia medieval y en la École pratique
des Hautes-Études de París enseño también historia medieval, en este
período comenzó a publicar la revista anual “Archivos de historia doctrinal y literaria de la Edad Media”. Sus
conocimientos eruditos de la Edad Media impresionaron al mundo universitario e
intelectual de la época, las especulaciones acerca de la filosofía y los
pensamientos fueron base para otros investigadores del área.
Pronto su fama de gran medievalista lo
hizo conocido en los ámbitos intelectuales tanto de Europa como de América, su
gran dominio de los autores escolásticos y de sus fuentes hizo que fuera
conocido como un maestro entre los maestros. Fue solicitado para enseñar en
diversos países, y desde el año 1926 empezaron sus viajes a Canadá y Estados
Unidos. La universidad de Toronto lo
invitó a fundar el Instituto de Estudios
Medievales, creándose en forma oficial en el año 1929 por inspiración de
Gilson. Sus estudiantes extendieron su influjo por toda América del Norte.
Entre los cursos dictados en sus viajes se encuentran lecciones magistrales que
luego se convertirían en algunas de sus obras de mayor relevancia en el ámbito
filosófico: las «Gifford Lectures»
en Aberdeen (1931-32), publicadas bajo el título El espíritu de la filosofía medieval, las William James Lectures en Harvard (1936) publicadas como La unidad de la experiencia filosófica,
y la inauguración de la Cátedra Cardenal
Mercier en Lovaina en 1952, que
dio origen a su libro Las metamorfosis
de la ciudad de Dios.
En esta vía, Gilson no sólo se conformó
con presentar obras de especulación metafísica escolástica como las que hemos
mencionado, sino que intento dar toda una visión universal de la metafísica
medieval a través de sus obras generales de historia del pensamiento
filosófico. En esta área encontramos libros como “La filosofía en la Edad Media”, “Historia de la filosofía medieval” y
“El espíritu de la filosofía medieval”. En este mismo contexto encontramos
obras monográficas como “La filosofía de
San Buenaventura”, “Duns Scoto”, “El Tomismo”, “Introducción al sistema de
Santo Tomás de Aquino” y “Santo Tomás de Aquino”. Obras menos conocidas,
pero de gran importancia por su nivel de crítica son sus estudios sobre otras
etapas de la historia de la filosofía que son “Filosofía moderna: de Descartes a Kant”, y “Filosofía contemporánea:
de Hegel al presente”.
A continuación analizaremos el pensamiento
de Etienne Gilson, como hemos mencionado anteriormente, Gilson dio un impulso
decidido a la filosofía tomista, esto se debió principalmente al hecho, que
esta representaba en la práctica según el pensador galo, la última forma
concreta de filosofía metafísica real. Antes de la escolástica, sólo habían
habido dos pensadores metafísicos, estos eran Platón y Aristóteles; después de
la escolástica, no existía ningún antecedente real de metafísica, las ideas de
construir mecánicas de metafísica por parte de Descartes, Kant y Hegel sólo
había sido un complicado proyecto, lleno de estructuras de ideas sobre el alma,
espíritu y el lenguaje, pero que en la práctica no exponía ningún concepto real
de metafísica, en otros términos eran unas complejas cajas de cerraduras,
llenas de claves y cerrojos, pero vacías en su interior. En este mismo plano y
sin decirlo el maestro Gilson, criticaría las ideas de Heidegger o Foucault, por
estar vacías de contenido metafísico y solo llenas de complejas ideas sobre la
existencia y el ser, pero sin tener la capacidad de conocerlo, dejando un gran
espacio de tierras baldías, un vacío existente y existencial, con una moral flexible, muy flexible, una
incapacidad de juicio de ningún carácter y peor aún, con una capacidad
asombrosa por parte del hombre de no conocer nada. Gilson presenta como única
solución viable la aceptación de la metafísica tomista, pero ésta
comprendiéndola como la base para nuevas especulaciones.
A través de la valoración de la metafísica
escolástica, Gilson abre la puerta para colocar un problema de vital
importancia en la historia de la filosofía, que hasta ese momento parecía estar
solucionado o por lo menos así deseaban presentarlo algunos, este problema era
la inexistencia de la filosofía en la Edad Media. Toda especulación filosófica
parte de la búsqueda del ser y de su sentido, por cuanto en la Edad Media esta
búsqueda no se realizó, ya que el pensamiento en este período parte del hecho irrefutable
del conocimiento absoluto del ser y del sentido que este tiene. La fe en este
caso sería el vehículo de conocimiento y no la especulación racional, en otros
términos se partiría del hecho que la fe es la base del conocimiento del ser,
por esta razón tanto el medio como el fin estarían fuera de las tierras de la
filosofía y dentro del área de la teología; según el pensador alemán Martín
Heidegger, uno de los más resueltos exponentes de esta corriente, plantea que
fe y razón filosófica son contradictorias entre sí, ya que la filosofía parte
de un deseo insaciable de preguntar por el ser, mientras que la fe parte del
hecho que conoce la respuesta, por cuanto estas dos fuerzas se anulan entre sí,
sin que exista la más mínima posibilidad de unión, Gilson daría una feroz y
arriesgada refutación a esta idea expuesta por Heidegger.
Gilson, tomo un camino muy arriesgado como
se podrá ver, no solo reconoció la existencia de la filosofía en la Edad Media,
sino que arriesgándose aún más dijo resueltamente que existía una filosofía
propiamente cristiana, en sus lecturas Gifford, defendió con tenacidad esta
postura, exponiendo que si bien un cristiano conocía la existencia del ser y el
porqué de este, su especulación radicaba de cómo esta existencia se realizaba y
cuáles eran los argumentos del fin del hombre en el universo, era un “Gran Misterio”, que a través de la
filosofía y la historia se podría dilucidar, por tanto el hambre insaciable de
preguntas filosóficas no llegaba a su fin con el conocimiento del ser, sino que
abría una nueva y más compleja puerta para la especulación filosófica, en este
punto es importante lo dicho por el poeta Coleridge,
cuando resueltamente se permitió decir que la imaginación estaba fundada en un
acto de fe, una fe en la capacidad humana de conocer algo cercano a la verdad,
ese es el gran misterio de Dios, el hombre sólo es capaz de conocer y especular
en una infinitud dentro de lo infinito.
La postura de Gilson, fue la bandera de
todos los neo – tomistas, pronto salieron a su encuentro una gran masa de
detractores que pensaban que toda idea religiosa, teológica o mística estaba
completamente superada en los estudios humanistas. El historiador racionalista Emile Bréhier, fue uno de los primeros en salir al paso, este
historiador aducía que el cristianismo, en realidad, no era una doctrina
especulativa, sino únicamente una predicación que exigía un carácter moral o
práctico, basada en una verdad absoluta, que era sostenida exclusivamente por
la fe.
La polémica intelectual prendió con rapidez, en 1931 “La Sociedad Francesa de Filosofía” promovió un primer debate en torno al tema de la existencia de una “filosofía cristiana”, no solo Gilson y Bréhier fueron invitados a debatir, sino que se unió un conjunto de detractores y defensores, entre estos últimos se encontraba el gran Jean Maritain que no podía dejar pasar una ocasión así, ya que su naturaleza lo llamaba a la discusión y a la polémica. El debate no quedo entre las cuatro paredes de los salones universitarios, y pronto fue un punto de conflicto intelectual en gran parte de las aulas universitarias occidentales, además de las revistas y libros. Gilson había dinamizado el mundo intelectual que parecía un monolito de fe en la razón puramente humana y la ciencia; nuevamente hacia su aparición la especulación metafísica a dar la batalla.
Emile Bréhier, |
La polémica intelectual prendió con rapidez, en 1931 “La Sociedad Francesa de Filosofía” promovió un primer debate en torno al tema de la existencia de una “filosofía cristiana”, no solo Gilson y Bréhier fueron invitados a debatir, sino que se unió un conjunto de detractores y defensores, entre estos últimos se encontraba el gran Jean Maritain que no podía dejar pasar una ocasión así, ya que su naturaleza lo llamaba a la discusión y a la polémica. El debate no quedo entre las cuatro paredes de los salones universitarios, y pronto fue un punto de conflicto intelectual en gran parte de las aulas universitarias occidentales, además de las revistas y libros. Gilson había dinamizado el mundo intelectual que parecía un monolito de fe en la razón puramente humana y la ciencia; nuevamente hacia su aparición la especulación metafísica a dar la batalla.
En la actualidad se ha llegado a un
consenso cada vez mayor entre fe y razón, se ésta intentando llegar a una
verdadera síntesis más profunda y especulativa sobre estos términos, claro que quedan algunos espíritus retrogradas como
Michel Foucault, que buscan una defensa desesperada del racionamiento puro. Lo cierto es que entre las disciplinas
filosóficas y teológicas se han llegado a importantes consensos sobre todo en
cuestiones antropológicas, después de todo una de las grandes necesidades del
hombre es la verdad y esa es su tendencia natural. No es nuestra intensión
ahondar más en este punto, pero con lo expuesto creemos que hemos dado cierta
luz a cerca de la filosofía cristiana.
Ahora pasemos a una cuestión vital en
Gilson, el estudio sobre el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, al cual el pensador
galo le dedicó gran parte del tiempo de su vida. En esta materia Gilson hecho
luz en tres aspectos fundamentales del tomismo.
En primero lugar, realizó una separación
muy conveniente entre el pensamiento del “Buey Mudo y Aristóteles, colocando de
manifiesto sus diferencias y exponiendo lo original del pensamiento del Doctor
Angélico, recordemos que por mucho tiempo se había pensado que Santo Tomás no
tenía nada de original, toda su filosofía era una muy pobre copia de las ideas
del estagirita, el pensador galo realizó importantes precisiones en el
pensamiento de Santo Tomas, demostrando largamente que Aristóteles solo servía
para reafirmar ideas que el Buey Mudo ya tenía en materia de metafísica y
ética.
En segundo lugar, expuso la diferencia de
los sistemas de los diversos pensadores medievales, hasta su época era muy
común colocar en un mismo saco a San Agustín, San Buenaventura, Duns Scoto,
Santo Tomás de Aquino. Gilson colocó de manifiesto las grandes diferencias de
cada uno de los pensadores medievales, si bien es cierto que cada uno de ellos
parte del mismo principio, todos ellos siguen caminos y fines totalmente
distintos entre sí, con esta demostración les devolvió una originalidad que se les había quitado por
el tiempo y las síntesis que se había realizado a cada uno de los filósofos
medievales.
En tercer lugar, y no menos importante,
realizó una separación distintiva entre Santo Tomás y sus posteriores
comentadores, de esta manera saco todo aquello que el Aquinate nunca había
dicho, pero que se daba por hecho que lo había expuesto, debido a la tradición
o la fuerza de sus comentaristas, como es el caso del español Suarez en
materias de derecho natural. Gilson expuso que el mejor tomismo es aquel que va
directo a la fuente. Desgraciadamente, la crítica de Gilson a los comentaristas
está muy reducida a un solo punto y este es “la existencia del ser”, se ha dicho mucho que Gilson en su deseo
de defender la pureza del pensamiento metafísico de Santo Tomás dejo a muchos
grandes pensadores e intelectuales fuera del círculo tomista, se ha comentado
en forma irónica que bajo el juicio de Gilson, solo Gilson era el único
comentarista del Aquinate reconocido.
Uno de los temas que apasionaban a Gilson
y creía que era importante para una mejor comprensión de la importancia de la
filosofía medieval y tomista en particular, era el concepto del “SER”. Para estudiar este complejo
tema, Gilson lo abordo desde un punto de vista filosófico e histórico, dos
áreas del conocimiento que el pensador galo manejaba ejemplarmente.
El primer problema que aborda Gilson es
como el hombre comprende el “Ser”, el hombre tiene una experiencia permanente
del ser en toda su grandeza e infinidad, pero si bien tiene esa experiencia
cotidiana, no reflexiona sobre este punto, sino que lo da por hecho, por lo que
pierde la esencia de la certeza. Por lo que el hombre debe volver a su
compenetración con el ser a través de la intelectualidad y la sensibilidad. Por
tanto todo acercamiento con el ser inevitablemente lo empujara a una metafísica
especulativa.
Este último punto que nos parece tan
lógico y práctico ha sido arrebatado al hombre, el quiebre se encuentra en la pérdida
del camino especulativo filosófico y moral; esto a juicio de nuestro autor es
producto del doble quiebre de la cultura occidental en el siglo XVI, a través
de las “revoluciones científica y
religiosa”. En otras palabras occidente perdió su camino abrazando
exclusivamente la técnica como único elemento de progreso, por una parte y
creando constantemente nuevos referentes ideológicos para llenar el terrible
vació existencial, en palabras de Gilson: “las
condiciones caóticas de la filosofía contemporánea, con su correspondiente
desbarajuste moral, social, político y pedagógico, no se deben a falta de
perspicacia filosófica por parte de los pensadores modernos, sino que se
origina, sencillamente, en el hecho de que hemos errado el camino, por habernos
olvidado de ciertos principios fundamentales que, por ser verdaderos, son los
únicos en que puede basarse, lo mismo ahora que en tiempos de Platón, todo
saber filosófico digno de tal nombre (Étienne Gilson, Dios y la filosofía. p.
21).
La pérdida de la especulación del ente en
cuanto tal es asombrosa y peligrosa al mismo tiempo, ya que por un lado crea la
sensación mágica de la “nada” como
base de la existencia y partiendo de esto se crea un edificio en el cual todo
es nebuloso y difuso, basado claro está en una falsa moral de la tolerancia y
la aceptación de lo diferente. Para sustentar esta idea de la nada se ha
construido una falsa metafísica basada en supuestos silogismos, solamente
imaginativos del lenguaje y la idea, pero esta concepción metafísica resulta
tan falsa como su base de apoyo, la nada, en otros términos el nihilismo en su
máxima expresión.
La oposición al nihilismo contemporáneo viene
de la mano como lo expresa Étienne Gilson desde una perspectiva de síntesis,
entre la unidad de la esencia y existencia, tal y como lo señaló Santo Tomás de
Aquino, por esta razón Gilson realiza un gran esfuerzo por sacar la médula del
pensamiento tomista, lo que él denomina la
metafísica existencial, la cual fija su estudio en el acto del SER.
No ha sido poca la
contribución de Étienne Gilson al desenterramiento de la metafísica y la
recuperación del conocimiento cristiano para nuestro tiempo; el esfuerzo del
gran movimiento intelectual inglés, francés, español y de otros más, dio las
bases para un estudio sistemático de la vieja tradición medieval, tan vapuleada
y despreciada desde la ilustración hasta nuestros días. Personas como Gilson
tuvieron la suficiente entereza y fuerza para oponerse al movimiento a –
histórico de la razón y devolverla en parte al sendero de la historia. Cuando
no existe la unión entre fe y razón un vació se introduce en el alma de la
cultura corrompiéndola lenta y pausadamente y cada solución que no implique tal
unión,
Querido amigo: Gracias por dedicarme este interesante y sentido estudio acerca de uno de nuestros más destacados maestros, junto a Christopher Dawson, Maritain, Chestertony otros cuyos nombres se atiborran en mi ya entumecida memoria. Recuerdo que el primer libro que leí de Gilson fue «El difícil ateísmo», texto que me enseñó que todas las corrientes que quieren construir un mundo sin Dios, no son más que coloridos eslóganes, propaganda ideológica de los que no quieren vivir con una moral o ética que los obligue. O también que son discursos grandilocuentes, atormentados y poéticos de aquellos que no son tomados en serio por el establishment de turno, o, como dice Papini, porque «las mujeres no se lanzan rabiosas a sus brazos».
ResponderBorrarEste sabio profesor y filósofo, siempre trabajó contracorriente, sabiendo que la búsqueda de la «Verdad» es casi siempre solitaria, ya que, siendo solo una, misma que a veces no gusta a muchos, estos últimos construyen un sustituto a su propia imagen y semejanza, fabricando homúnculos desagradables o quimeras que terminan devorándolos. Muchos de estos acusan a los metafísicos ( y religiosos, además) de ser tristes pygmaliones que construyeron una escultura, un sistema, tan bello que terminaron enamorándose de él atribuyéndole alma y vida, no siendo más que fría y dura piedra. Pero ¿qué decir de los frankenstein, hacedores de monstruos que abandonados se vuelven contra sus creadores y terminan destruyéndolos completamente?
Podríamos aprender tanto de este noble maestro, quien no se siente grande, sino que se sabe un enano sentado sobre los hombros de los gigantes medievales que lo precedieron.
Gracias otra vez y espero que este texto sirva de inspiración para aquellos que buscan la Verdad «verdadera».
Mauricio
ResponderBorrarHacia mucho tiempo que deseaba publicar este texto, lo habría escrito hace unos años atrás, cuando realizaba mi maestría en Filosofía, Etienne se merece un trabajo acucioso, en esa época como ahora conversábamos sobre Santo Tomás de Aquino, Maritain y Darwon, como también del querido Etienne, que sin conocerlo, siempre pienso en él como si hubiera sido profesor mio en la universidad. Me alegra que te haya gustado y por su puesto debía estar dirigido a una persona que admira a este filosofo e historiador
Estimado Sardaukar: No debería, pero tengo reservado para ti una publicación bien poco conocida del maestro Gilson. Se trata de un artículo en la revista «Diógenes» que despreciaste cuando revisaste un montón procedente de los libros de don Leonardo Cohen. Me lo iba a dejar y hacerte mofa de tu distracción, pero luego pensé ¿quién le sacaría más provecho a su lectura? Yo ya me estoy retirando de las lides teológicas y filosóficas, así que prefiero dejarlas a tu disposición.
ResponderBorrarEn tu próxima visita, recuérdamelo para hacerte entrega.
Paz y bien.
Mauricio
ResponderBorrarRevisar una biblioteca tan grande y diversa como lo era la del señor Cohen era un verdadero reto, debí encerrarme eb su departamento por unos días y ver que tenía, si piensas que el pequeño saltamontes de Pablo se adjudico un texto de Jaime Eyzaguirre que yo no ví, no me parece raro que se me haya pasado el texto de Gilson que estaban en esas muy buenas revistas. Te agradezco de antemano y podrías vernos antes de m cumpleaños. Con relación a lo "otro" no he visto a ya sabes "quien", solo se que es más del tiempo de lo que yo pensaba.
Mi querido amigo:
ResponderBorrarSi tuvieras que elegir cuál es la mejor obra que hayas leído de Gilson y por qué.
Una pregunta excelente, si tuviera que elegir y lo estado meditando durante el día, creo que el "El Tomismo", es el libro más completo sobre el pensamiento filosófico de Santo Tomás de Aquino, sobre el tema metafísico. Un segundo libro es Santo Tomás de Aquino que expone las ideas políticas y el tercero es Historia de la Filosofía en la Edad Media, completísimo en materia de historia del pensamiento filosófico, es una verdadera maravilla.
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