EL LIBRO
NEGRO DE LA NUEVA IZQUIERDA LATINOAMERICANA
UNA
RECOMENDACIÓN INTERESANTE
Yukio Mishima:
¡Es el
colmo de la estupidez!
(Referencia
al Feminismo)
La expansión de la agenda homosexual
y feminista de la “tercera ola” en
las últimas décadas, ha tenido una vertiginosa y poderosa ascensión que casi no
se puede comprender por el reducido número de sus militantes y por algunas peticiones
que rayan en la extravagancia y lo exótico. Una de sus demandas, por ejemplo,
es la de crear e imponer un lenguaje «neutro»
o «ambiguo» para redefinir el concepto de «sexo» más allá de la biología, o sea, que existiría un patrón
cultural y no natural en la concepciones de un «él» o «ella», por esta
razón, cabría en este caso un «lo»,
es decir, ambigüedad absoluta, dato que está en contra de la naturaleza misma
de ser humano. La homosexualidad y
el feminismo fanático activo es un tema de discusión diaria en los medios de
comunicación masivos, como la radio o la televisión, lo que ha hecho que las personas
«tomen» cierta conciencia del «problema»
en cuestión. Sin embargo, si se realizara una encuesta entre las masa de
ciudadanos comunes, esto es, no especialista en la materia, se podría apreciar
que la ignorancia sobre las verdaderas banderas de luchas de estos grupos es
evidente. La gran mayoría apoyaría que no existiese una persecución en contra
de estas «minorías», pero sin
conocer a qué se está refiriendo claramente con «persecución»; por otro lado,
cabe preguntarse si efectivamente son minorías de las que estamos hablando, lo
que nos lleva a realizar el siguiente cuestionamiento: ¿cómo es posible que demuestren
tanto poder en colocar sus agendas políticas y sociales, logrando que estas se
acepten en muchos países si son minorías? Parece que no estamos hablando de
verdaderas minorías, sino de élites de poder muy bien situadas y ejecutando un
plan bien concebido con el apoyo directo de partidos políticos y empresariales.
Es en este escenario de controversia
y profundo cuestionamiento sobre la realidad de estos grupos de homosexuales y
feministas extremistas, en que se en
marca «El libro negro de
la nueva izquierda» de los periodistas
argentinos Nicolás Márquez y Agustin
Laje. Debo confesar, antes de proseguir que una vez que obtuve el
mencionado libro, no tenía muchas
expectativas de este, primero, porque los autores en cuestión son periodistas y
la experiencia personal en textos escritos por reporteros ha sido muy mala, por
esta razón no tenía mucha fe en su
trabajo investigativo y teórico, me parecía una «charlatanería» más de unos periodistas
habidos de protagonismo; en segundo lugar, porque el tema que trata el libro
llama a una sincera reserva, debido a que podía caer en una generalización
alegre en donde “moros y cristianos” fueran puestos en la misma balanza, porque
una cosa es referirse a los grupos extremistas y fanatizados, bien
estructurados pero carentes de una amplia plataforma de apoyo, y otro es hablar
a las justas reivindicaciones de las mujeres y el respeto por la dignidad de las
personas de inclinación homosexual.
No obstante, debo reconocer mi error y el
injusto prejuicio que tuve del libro sin haberlo leído, ya que una vez
comenzada la lectura pude apreciar que desde la hipótesis central hasta las
conclusiones definitivas, está muy bien construido, con un basamento teórico
fuerte, sustentado en literatura seria y en hechos comprobables y comprobados,
por esta razón, la investigación en sí posee un mérito superior. Es un libro
que recomendaría leer.
El texto en ningún caso cae en los ataques
personales o en diatribas estridentes como sí lo han hecho y hacen grupos religiosos de diferentes credos ultra
conservadores y de la extrema derecha, si no que los investigadores nos
presentan su hipótesis inicial, para luego exponer un graneado y jugoso arsenal
de hechos, escritos y expresiones que sustentan su mirada teórica sobre las
verdaderas motivaciones que subyacen en estos mal llamado grupos minoritarios
en su deseo de imponer una agenda que en nada beneficia la sana convivencia
entre las personas que han construido una igualdad social y jurídica ganada a
base de sudor, lágrimas y mucha sangre de inocentes. Estos grupúsculos
organizados que dicen arrogantemente simbolizar y liderar a las masas de
mujeres, en el caso de las feministas extremistas, y las organizaciones
homosexuales desean edificar un nuevo edificio social con una “especie” de seres humanos superiores,
con un mayor grado de derechos civiles
que otros, en una clara distorsión del principio de “igualdad” a la que con tanto esfuerzo se ha deseado llegar,
alegando en forma visible y ostentosa que ellos merecen estos derechos y
protecciones por parte del Estado por ser los «perseguidos de la tierra», cosa que en la actualidad no lo son, ya
que la sociedad es más pluralista y tolerante. Ahora es el momento de
preocuparse y reflexionar sobre el tema, y pensar hasta dónde como sociedad
estamos dispuestos a otorgar derechos «especiales» a estas minorías, sin violar
nuestros propios derechos como individuo y colectivo.
La tesis de Nicolás Márquez y
Agustín Laje es muy simple, pero al mismo tiempo compleja y temeraria. La
dialéctica se da en el sentido que su simplicidad está basada en la idea de que
los grupos homosexuales, lésbicos y feministas organizados políticamente en «seudo-agrupaciones de defensa por los
derechos civiles» se presentan con un discurso de la lucha por «los derechos civiles», pero en la
práctica solo responde a una ideología que está detrás y no sería otra que la marxista.
Este fenómeno se debe en gran medida a que los partidos tradicionales de
izquierda han perdido su fuerza e influencia en las masas de proletarios, que han desaparecido por obra y gracia del sistema neoliberal, por esta
situación el discurso de las fuerzas de izquierda ha cambiado su consigna de la
clásica lucha de clases, por un tema más fino y rebuscado que no sería otro que
la lucha «cultural» subyacente en el discurso ideológico de izquierda,
pero relegado a un ámbito secundario en la gran lucha revolucionaria antes de
1992. Con este cambio en la dirección de la lucha de la nueva izquierda post caída del muro de Berlín, que
ahora es más neoliberal con una
ideología de «la tercera vía» y con un comunismo que se ha transformado en
empresarial, estos partidos de izquierda desean presentar una renovada cara
revolucionaria apoyando las reivindicaciones extremistas de homosexuales y
feministas de la tercera ola para poder distanciarse de los partidos de derecha.
La nueva izquierda está creando un «mito» primigenio de injusticia y lucha
cultural-social que ha existido en la historia de la humanidad: La supremacía y
consolidación de una visión heterosexual que a través de los mecanismos de
represión de la superestructura, se ha impuesto a las minorías sexuales y a las
mujeres como un sistema represivo basado en una visión cultural «correcta» y «alienante». Los grupos homosexuales y feministas han desatado su
lucha por la reivindicación de sus «derechos»,
lucha que ha sido de carácter histórica, como se podrá comprender en lenguaje dialéctico.
La idea central de este pensamiento, es que tanto el hombre como la mujer, no
son seres biológicos en primer lugar y culturales en segundo lugar, sino que son
construcciones absolutamente culturales, de esta manera la sexualidad es
simplemente accidental a la cultura en que se está inserta, por tanto la cultura
dominante es la que determina la sexualidad. Este interesante mito puede
llenar páginas de libros de psicología y sociología, pero no de biología, por
tanto la forma adecuada para destruir este sistema de dominio es a través de la
lucha “contra esta cultural de
dominación” y la apertura social sin límites, socavando cada uno de los
lazos que se oponen a los cambios revolucionarios sexuales, como la religión,
las leyes, la concepción de familia, entre otros, para lograr esta finalidad. Los grupos organizados de homosexuales y
feministas de la tercera ola no ocupan el antiguo sistema de lucha violenta
(algunas veces sí), sino que utilizan cada medio social a su disposición, como
las comunicaciones de masa, el arte, la literatura, entre otros elementos, con
el interés de lograr sus propósitos, copando de esta manera el interés público
con un tema que solo representa un porcentaje mínimo de la sociedad y creando
al mismo tiempo la falsa idea de que debe existir una solución a este grave problema.
Esta tesis, si bien es temeraria y
compleja, por la características de los hechos a investigar, no resulta para
nada ilógica, aún más, tiene un asidero bastante firme. Recuerdo que cuando
estudiaba mi maestría en filosofía política, conversando con un compañero, le
hacía presente mis dudas acerca del discurso de la izquierda, le exponía que me
parecía muy extraño que un país que tiene un record de cuatro millones de
pobres, la agenda social hubiese cambiado hacia el «matrimonio homosexual» y el «aborto»
como metas justas y necesarias en nuestro Estado. Me parecía por lo menos curioso que las injusticias sociales se mantuvieran
incólume y campantes, ya que el mundo no
se había vuelto justo socialmente por arte de magia, todo lo contrario el brutal
egoísmo humano parecía la consigna victoriosa, y era eso lo que me preocupaba. ¿Dónde
estaba aquella izquierda que lloraba las ideas del extinto presidente Salvador
Allende? Al parecer había desaparecido para dar paso a otra izquierda, una que se
encontraba totalmente feliz con los cambios neoliberales en Chile. Los años han pasado y esa pregunta tuvo una
terrible respuesta: una corrupción de las fuerzas políticas de izquierda, que
ya no son partidos de lucha social, sino verdaderas maquinarias empresariales
que desean por todos los medios trasquilar a los que otrora defendían. Ahora sí
se puede comprender un poco mejor la alianza entre estas minorías de carácter
sexual a las luchas de los partidos de izquierdas corruptos y decadentes, ya
que le dan un nuevo aire, una razón de existir, porque lo contrario sería decir
la trágica verdad y es que todos los partidos son neoliberales, aunque este
punto es una reflexión personal que no se expresa en el libro que aquí comento.
La primera parte del libro es la investigación
de Agustin Laje que él titula «Postmarxismo
y feminismo radical». Antes de iniciar su exposición del tema, hace hincapié
que él siempre ha estado de acuerdo con las reivindicaciones políticas de las
mujeres, aquellas que se referían al derecho a la educación, la libertad de
expresión, la capacidad de participar en política, entre otras tantas, que el
autor las denomina como «nobles» y «justas».
Creo que hace esta salvedad, para que no se le ataque como un intolerante antifeminista,
o sea, un machista impenitente como muchas de estas feministas de la tercera
ola gusta etiquetar a los que no están de acuerdo con sus ideas.
Laje inicia su exposición del tema,
con una síntesis histórica del feminismo, aclarando que este movimiento ha
tenido dos etapas anteriores que él define como primera y segunda ola, las
cuales lucharon por justas reivindicaciones sociales y políticas, hasta lograr
la igualdad jurídica. Pero esta lucha inicial ha sido traspasada e invadida por
grupos marxistas que Laje denomina de la «tercera
ola», los cuales cambiaron la configuración inicial de las demandas
femeninas por conceptos nocivos en los cuales colocan como eje central «que el hombre es el burgués y la mujer el
proletario», creando de esta manera un conflicto irresoluble entre los
sexos, que después del triunfo de la revolución proletaria debería quedar solucionado.
Sin embargo, el desplome de los socialismos reales, motivó que el discurso de los
partidos socialistas y comunistas tuviera un cambio, la nueva izquierda que
nació de las cenizas del otrora «segundo
mundo» perfiló su discurso con la idea de absorber a toda minoría
descontenta con el sistema para sobrevivir en las tierras de la política donde
los proletarios ya no se sentían representados por estas ideologías de carácter
marxistas. Es en este punto donde hace irrupción un tipo de feminismo violento,
impositivo, con una agenda política que busca desestructurar la cultura e
imponer una nueva concepción «en las
relaciones de hombre y mujer», que lejos de querer la igualdad, desea
imponer una superioridad que traspasa los límites de lo aceptable por ser
bizarras y autodestructivas con la naturaleza humana misma, así aparecen
discursos de grupos como “Queer” y lésbicos extremistas, que son el
ejemplo vivo de la intolerancia e insensatez humana.
El lenguaje de Agustin Laje en su apartado
es directo, concreto, muy intelectual, pero con términos simples que permiten a
todo lector comprender su postura. Sus ideas están sostenidas por una abundante
bibliografía de fácil acceso a través de la red de internet, haciendo continuo contraste
con las fuentes, logrando que sus
argumentos tengan mayor peso aún. También
es destacable que durante su exposición, explique al lector visiones y teorías
en forma clara y no realizando complejos juegos dialécticos para demostrar su
capacidad de conocer y comprender estas teorías. Ahora bien, como crítica
constructiva, sería apropiado una mejor explicación de filosofías más
complejas, como el existencialismo y las variables que apoyan a estos grupos
feministas de la tercera ola, para que el lector comprenda la relación entre
materialismo, existencialismo y feminismo extremista con mayor claridad, ya que
todos los existencialistas no son ni marxistas, ni feministas.
La segunda parte del libro es la
obra de Nicolás Márquez quien lo titula «Homosexualismo
ideológico». Al igual que su compañero hace un fuerte hincapié a que su
escrito no apunta a criticar las relaciones homosexuales, muy por el contrario,
expone estas como la acción voluntaria de personas que han decidido establecer
una relación de carácter sentimental–sexual, y por tanto, entra en el ámbito de
lo estrictamente privado. El problema se plantea cuando grupos homosexuales con
una agenda político–social intentan imponer por la fuerza sus ideas y conceptos
que son propios de su inclinación, pero con claro tinte marxista y dictatorial.
Nicolás inicia su trabajo mostrando
una paradoja en el mundo político–ideológico homosexual y es la relación entre marxismo y homosexualismo. Con ejemplos concretos,
muestra cómo las políticas de los estados comunistas fueron de persecución y
destrucción de la homosexualidad, ya que era vista como una depravación, una
decadencia; para graficar mejor este punto nos habla de las políticas de Stalin
en la Unión Soviética, Mao Zedong en la China Popular o Fidel Castro después de
la revolución cubana, que fueron desde su prohibición hasta su exterminio como
política de estado. Lo curioso para
Nicolás es que aquellos mismos grupos perseguidos por los totalitarismos de
izquierda, en la actualidad participan activamente de las políticas de la nueva
izquierda, ya que no solo los han aceptado sino que se han hecho parte de su
nuevo stand de petitorios sociales, la agenda de los partidos de izquierda de
esta forma han instrumentalizado la causa de los homosexual en su causa de
acción.
Con el apoyo de la nueva izquierda, post
derrumbe de la Unión Soviética y de importantes ONGs del mundo neoliberal que
tienen gran influencia en el mercado internacional, los homosexuales se han
abierto camino hacia los medios masivos de comunicación, logrando imponer por
la fuerza de un discurso en apariencia «igualitario»
y basado en «los derechos a expresión»,
toda una dislocación del uso correcto del lenguaje, creando términos como “gay” u “homofobia”, introduciendo su
forma de vida como «buena» y «aceptable», creando la falsa idea de que son una
muy numerosa e importante minoría, exigiendo cambios curriculares en la
educación, las políticas de salud, los contratos de trabajos, el matrimonio, la
adopción de hijos, la imposición legal de la aceptación de la idea de género
como una construcción cultural valida y única; la prohibición de ser criticados
públicamente a través de una legislación proteccionista que so pretexto de
defender la igualdad, solo busca amordazar e intimidar a los que no concuerdan
con su visión de sociedad Incluso Márquez, con pruebas concretas, ha demostrado
que algunas de estas agrupaciones extremistas de homosexuales desean legalizar la
pedofilia como forma sana de relaciones sexuales.
Nicolás Márquez a diferencia de Laje, construye
gran parte de sus argumentos con una pluma irónica y ditirámbica, acercándose
al humor negro para graficar varias de sus apreciaciones, esto hace que el
texto sea tremendamente entretenido y fácil de digerir para todo lector, no
restándole este estilo de escritura el alto grado de intelectualidad, ni la
fuerza argumentativa e investigativa del texto, aún más estimula el deseo de
conocer y estudiar las fuentes y las ideas de las personas que aparecen citadas.
El libro termina con una serie de conclusiones
en las cuales los autores se hacen cargo de la tesis inicial. No me cabe duda
que el trabajo de los periodistas Laje y Márquez ha sido serio y de un espíritu
constructivo en la discusión sobre los movimientos feministas de la tercera ola
y homosexuales, sin embargo, debo hacer una crítica a la tesis central. Es
evidente que existe una conexión entre la antigua y nueva izquierda con los
movimientos mal llamados «minorías» desde el punto de vista
ideológico, de militancia y de acción, cosa que el libro demuestra ampliamente,
pero existen otros dos factores tan importantes como el anterior en la imposición de la agenda
homosexual y feminista «tercera ola» en occidente, me
refiero a la imposición
del «neoliberalismo» como única forma correcta de comprender el
mercado y la sociedad por un lado y
a la democracia burguesa liberal por
otro. Me explico: el individualismo y egoísmo feroz que predican
ambas tienen la fuerza para que grupúsculos bien organizados y por supuesto
bien financiados entren a batallar por sus supuestos derechos, pero para que
eso se logre debe existir una sociedad predispuesta a escucharlos y aceptar sus
demandas y es en ese punto donde las ideas de «individualismo», «egoísmo»
y «nihilismo» de occidente se hacen
presente a través de los medios masivos de comunicación que son por naturaleza
poco reflexivos y muy entretenidos. A mi juicio los periodistas deberían
indagar más en profundidad sobre este fenómeno. Sin duda, esto no le quita ni
sustento, ni validez al trabajo, ya que además los autores se han referido en
una serie de debates y entrevistas que su tesis es «una de las causas a establecer» y no la única de este fenómeno de
la ideología de género. Deseo terminar
diciendo que es un libro que vale la pena leer y analizar en profundidad,
felicitaciones a sus autores por tener un poco de valentía en este mundo de los
«políticamente correctos» en donde
hasta las bromas tienen etiqueta, para escribir de un tema tan controversial y
delicado.