SANTO TOMÁS DE AQUINO: EL ESPÍRITU DE
OCCIDENTE
Escribir una biografía de un filósofo no
parece materia muy complicada en apariencia, si nos ajustamos a su vida
puramente material, debido a que su existencia es profunda en lo especulativo,
sin lugar a dudas, pero singularmente monótonas en lo cotidiano, creo que para
muchos filósofos su gran problema es que corbata usar, si es que usa una, o
como exponer un temas en clases. Este punto queda claro para todos aquellos que
se dedican a realizar biografías de filósofos, como por ejemplo el inglés
Copleston en su ya clásica “Historia de
la Filosofía” menciona en el capítulo referente a Inmanuel Kant que si no
fuera por las ideas de este último, su biografía se reduciría a una plana. El
problema se establece que la vida de un filósofo no solo es lo cotidiano, sino
que la suma de sus pensamientos, que será lo medular y por esta razón se debe
ingresar en materias muy espinudas y complejas, que además son interpretativas
y que dicho sea de paso pueden llenar miles y miles de páginas. Por esta razón,
no menor, que las introducciones y biografías se vuelven complejos libros donde
más que hechos tangibles y vivenciales, los autores se lanzan a una cabalgata
en potros desbocados para poder explicar las fibras más finas y complejas de la
idea de un autor y en muchos casos, mejor que el autor mismo cabe señalar. Es
en este justamente, desquiciado punto que nos proponemos a realizar nosotros,
hablar de un filósofo y explicar sus ideas como si fuera él mismo, un gravé
pecado de soberbia creo, pero que nuestro filosofo sabrá perdonarme, ya que es
un santo, aunque creo que los lectores menos santos no serán tan indulgentes.
Fedrerick Coplestón |
La regla antes mencionada se aplica muy
bien al filósofo objeto de nuestro estudio en cuestión, que es el ya muy
legendario Tomas de Aquino para algunos y para otros Santo Tomás, para el caso
de esta exposición da exactamente lo mismo. Antes de iniciar nuestro viaje de
estudio deseo prevenir al lector que entre estas páginas no encontrara casi
nada nuevo, ni original sobre el aludido filósofo, y esto, no es por falta de
mérito o de estudio por parte del autor, sino que la gran cantidad de
biografías y estudios en diferentes lenguas sobre el aludido Santo – Filosofo
hace prácticamente imposible aquello, debido a que siempre habrá alguien que
haya expuesto antes y magistralmente esperó los frutos de que aquí también se
exponen. Por tanto, nuestro trabajo es una verdadera síntesis de estudios,
investigaciones y análisis de diversos autores, incluyendo obviamente al objeto
de este texto.
En los vertiginosos cambios en la
filosofía del siglo XVII y XVIII habían hecho casi desaparecer la figura del
sabio italiano de las aulas universitarias y de los textos de estudio, aún más
la percepción que se tenía del movimiento filosófico medieval conocido como la “Escolástica”, era por esencia malo,
oscurantista y teocéntrico que sobrepasaba la línea del fanatismo, así quedo
expresado en pensadores como Descartes, Spinoza y Kant, a este respecto nos
dice Étienne Gilson “Filosofía y
Teología pueden hallarse en un estado de distinción más o menos clara, pero
nunca estarán separadas. Cuando se empezó a interpretar su alianza como
sospechosa promiscuidad, fue cuando acaeció la caída de la cultura medieval”
(La unidad de la experiencia filosófica” p 87. Editorial RIALP. Madrid. 2004).
Por tanto el estudio de Santo Tomás al iniciarse el siglo XIX era inexistente
por completo, solo algunos vetustos teólogos católicos lo leían, más por
penitencia que por placer.
El siglo XIX no auguraba mejores
auspicios para el estudio de la escolástica, menos aún para Santo Tomás, ya que
occidente estaba sufriendo vertiginosos cambios sociales, económicos y
políticos, que representaban problemas mayúsculos. Es en este mundo positivista
e industrial del siglo XIX, donde renace las ideas del Aquinate de la mano de
aquellos mismos que lo habían lanzado al olvido por oscurantista, la Iglesia Católica
y las universidades. El legendario papa León XIII, aquel que ha ganado fama en
la historia por impulsar la doctrina social de la Iglesia a través de su ya clásica
encíclica Renum Novarum, él es
también el responsable directo de desenterrar los libros medievales e incitar
sus estudios, ya que a través de su encíclica, que no es clásica como la
anterior, llamada Aeterni Patris
lanzada al mundo en 1879, expuso la necesidad por parte de la intelectualidad
católica de volver sobre las bases filosóficas y teológicas de la iglesia, para
poder hacer frente a los problemas ético, político e intelectual del siglo,
consumido por un nihilismo emergente que se nutre del positivismo, el vitalismo,
el materialismo histórico y el existencialismo, que llevaban la delantera en la
explicación y solución de los problemas del siglo.
León XIII |
Este espaldarazo realizado por su
Santidad a las raíces filosóficas de la iglesia, motivo que se reimprimieran
las obras medievales, se abrieran espacios para el estudio de las ideas
filosóficas escolásticas en las aulas de las universidades pontificias y
católicas del mundo. Lenta y pausadamente se comenzó a observar que el
movimiento generado por León XIII comenzaba a dar frutos.
El fin del siglo XIX también marco el
renacimiento de una poderosa corriente de filósofos católicos e intelectuales
que iniciaron la renovación de las especulaciones antropológicas, metafísicas,
morales, sociales y políticas, otra vez volvía el “Buey Mudo” a bramar, pero
quien es este santo y filósofo, es el motivo de este ensayo que a continuación
veremos.
Santo Tomás de Aquino nació dentro del seno
de una de las familias más aristocráticas de la Italia meridional. Su
padre, el conde Landolfo de Aquino, estaba emparentado por línea paterna con la
casa reinante del Sacro Imperio Romano -Germano, ya que su abuela Francisca de
Suabia era hermana de Federico "Barbaroja" y por el lado de su madre, la condesa Teodora de Theate, su linaje
se mezclaba con la sangre de los orgullosos normandos, que dominaban el reino
de las Dos Sicilias. El lugar de su nacimiento fue en el castillo familiar de
Roccasecca, fortaleza que se encontraba muy cerca del pequeño pueblo de Aquino
(Gilson, Etienne. La Filosofía de la Edad Media. Pp 138), en la región de
Nápoles. Se cree que la fecha en la cual vino al mundo estaría entre 1224 o
1225.
Desde muy joven sintió inclinación hacia
los estudios religiosos. Se cuenta una anécdota acerca de este último punto:
cierto día en que su nodriza lo estaba bañando, el pequeño Tomás tenía el puño
cerrado, cuando la nodriza intentó que abriese la mano, el niño se lo impidió,
su madre que era una mujer muy enérgica lo obligó a abrir la mano, de la cual
cayó un trozo de pergamino en el que estaba escrito la salutación angélica (Maritain,
Jacques. El Doctor Angélico. Debedec. Buenos Aires. 1942. P24), por ello, sus
padres deseosos de juntar esa inclinación a la religiosidad con los móviles
políticos familiares, decidieron enviarlo al monasterio de Monte Casino, uno de
los centros religiosos más importantes de la baja Edad Media. Una de las cosas
curiosas de las relaciones políticas de la época fue que el conde de Aquino, un
año antes de presentar a su hijo en el monasterio (1230), lo había sitiado a
viva fuerza. Estos acontecimientos estaban enmarcados con las disputas entre el
papado y el emperador germano.
Como dijimos, Tomás ingresó a los cincos años
al monasterio en calidad de oblato, donde fue educado bajo el patrocinio de su
tío, el abad Sinibaldo. En este recinto, recibió sus primeras lecciones,
demostrando desde el primer momento una capacidad enorme para estudiar
cuestiones de enorme complicación y para las especulaciones teológicas. En la
soledad de los muros del monasterio, el niño Tomás templó su carácter
silencioso y de profunda meditación que lo acompañaría toda su vida (Grabmann,
Martín. Santo Tomás de Aquino. Labor. Barcelona. 1945. p 9).
Después de pasar una decena de años en el
monasterio, fue enviado un corto tiempo con su familia (Gilson, Etienne. La
Filosofía de la Edad Media. Gredos. Madrid P 138), para luego entrar a la Universidad de
Nápoles, centro que irradiaba cultura en las regiones meridionales de la Italia. Esta
Universidad fue fundada por el emperador germano Federico II. En este
prestigioso centro de educación, se incorporó a los estudios de Artes
liberales. En la rama de éstas que formaban trivium (gramática, retórica y
dialéctica) fue su profesor el maestro Martín. En la rama del quadrivium
(aritmética, geometría, astronomía y música) tuvo como maestro a Pedro de
Iberia; de este último maestro recibió sus primeras lecciones de Aristóteles,
ya que Iberia había realizado algunos comentarios sobre el pensamiento del
estagirita. Como es obvio de comprender, Santo Tomás pasó las lecciones
mostrando gran talento intelectual, también sus virtudes se fueron templando
con esta permanencia en Nápoles.
Santo Domingo de Guzmán |
Durante su estancia en la Universidad , se colocó
en contacto directo con la Orden
de mendicante de Santo Domingo (La orden
Dominica, fue fundada por el clérigo español Santo Domingo de Guzmán, hacia el
año 1220. El principal objetivo de la orden fue la evangelización y la predica
contra la herejía de los "Cataros" o "Albigenses", que se
habían hecho fuerte en la región del mediodía francés. Por esta razón la
congregación tenía una inclinación natural a la formación intelectual de los
miembros de su colectividad. Los conventos dominicos se convirtieron en grandes
centros de "studium generale"). La magia y la fuerza espiritual
de esta orden rápidamente ganaron al joven Tomás, que ingresó a ella con toda
la fuerza que entrega esa vitalidad propia de su edad. Debemos en todo caso
tener en cuenta que la vocación es una cuestión enigmática y que es muy difícil
de dilucidar a través de parámetros puramente racionales, sino más bien, mediante
un acercamiento místico con el Absoluto - Dios. En sus primeros pasos en la
orden, fue guiado por el sacerdote Juan de San Julián, el cual fue una luz que
resplandeció en los difíciles momentos iniciales de la vocación. Finalmente
recibió el hábito de Dominico de manos del Prior Tomás Agni, en la iglesia de
Santo Domenico, Mayor de Nápoles. Pero esta decisión no fue del querer de su
familia, que veían como el hijo menor destruía un esplendoroso futuro como Abad
de Monte Casino, y de pasada les echaba por tierra todos los planes políticos
que tenían con este nombramiento y a pesar de la muerte del cabeza de la
familia, su madre, la condesa Teodora, decidió tomar cartas en el asunto.
Como se comprenderá por lo antes dicho, la
reacción familiar fue durísima para con el pobre Tomás. El jefe de los
dominicos, Juan “el Teutónico”,
decidió colocarse en camino de la ciudad de París junto a todos los jóvenes
frailes de la orden, donde esperaba que todos ellos continuasen sus estudios
superiores, pero también tenía la secreta intención, comprendida por todos, que
"el buey mudo" debía alejarse de la presión de su familia (Maritain.
El doctor Angélico. Pp 27). Pero la aventura duró muy poco, ya que a la altura
de la provincia de Toscana, en el campo de Acquapendente, donde se encontraba
acampando el emperador, también estaban los hermanos de Tomás, por lo cual la
condesa Teodora dio la orden por medio de su bendición de tomar prisionero al
fraile fugitivo, que en este caso era su hijo. Una partida de hombres,
encabezada por Reinaldo (un favorito del emperador) y los hermanos de Tomás lo
tomaron prisionero y lo llevaron atado de vuelta hasta la casa paterna. Acerca
de este hecho Chesterton nos dice en su peculiar biografía de Santo Tomás:"Así, al menos, caminaban aquellos
tres hermanos extraños por las huellas de su trágico camino, atados juntos como
criminal y policía, con la notabilidad que los criminales hacían el arresto" (Chesterton, G. K. Santo Tomás de Aquino.
Espasa - Calpe. Madrid. 1985. Pp 56).
Lo encerraron en las mazmorras del
castillo familiar, dedicándose a todo género de tormentos, para poder destruir
esa estúpida idea de ser dominico. Para tratar de quitarle el hábito
introdujeron una mujer de muy poca reputación para que lo sedujera. La reacción
contra ambas acciones fue propia de su temple; luchó de tal forma contra sus
hermanos, que debieron dejarle sus vestiduras, mientras que la reacción contra
la cortesana produjo la acción contraria a la seducción, ya que tomando un
garrote incandescente y profiriendo toda suerte de gritos, logró espantar a la
pobre mujer. Como hemos visto, ninguno de los tormentos dio resultados en esa
roca de voluntad, en la cual se estrellaron las acciones viles de sus hermanos.
Jacques Maritain |
Durante su forzosa estancia en
Roccasecca, sigue manteniendo inalterable su espíritu religioso, conserva las
prácticas monasteriales de su orden; lee la Biblia e instruye a sus hermanas en las sagradas
letras, en particular a su hermana Marotta, la cual termina por ingresar a la
orden de San Benito. Su madre, que como buena madre deseaba lo mejor para su
hijo, y en este caso lo mejor era ser monje, tomó partido finalmente por él,
decidió ayudarlo a evadirse de aquel penoso lugar y en 1245, un año después de
haber ingresado a la orden mendicante, recupera su libertad huyendo del
castillo de Roccasseca; según la tradición, su huida sería semejante a la del
Apóstol San Pablo por una ventana del castillo. Una vez en libertad, tomó rumbo
a París, sus hermanos esta vez no lo siguieron, quizás comprendieron la fuerza
de voluntad de Tomás o quizás hicieron caso de los ruegos de su madre, o tuvieron
miedo a las protestas de molestia que había realizado Juan “el Teutónico”
frente a su santidad Inocencio IV por el hecho de haberlo asaltado y haber
tomado prisionero a un miembro de su Orden; el caso es que el camino a la santa
sabiduría estaba libre al fin.
Santo Tomás emigra, como dijimos más
arriba, a la ciudad de París, en donde ingresa al convento de Saint Jacques, en
calidad de novicio. Este monasterio será su residencia por los siguientes tres
años. Entre estas aulas, el "Maestro
de los Ángeles" comienza a recibir sus lecciones de filosofía y
teología de la mano de connotados maestros, como el legendario San Alberto
Magno, al cual nos referiremos inextenso más adelante. Tomás era un estudiante
muy retraído y taciturno, muy quitado de bulla, que las más de las veces
trataba de pasar desapercibido en las clases; pronto sus condiscípulos se
burlarán de él y lo tildarán de "Buey Mudo". Pero la grandeza de
espíritu y sus increíbles dotes para el estudio, no pasaron desapercibidas para
el maestro Alberto, quién en una ocasión dijó: "Vosotros le llamáis el
buey mudo; yo os digo que este buey mudo bramará tan alto que sus mugidos
henchirán el mundo"(Maritain.
El doctor Angélico. p 28). Estas palabras serán reveladoras del brillante
futuro que le esperará a Santo Tomás. Pronto se dará, una profunda y muy
fructífera relación entre ambos sabios y santos.
San Alberto Magno: El
fecundo maestro.
San Alberto es uno de los hombres más
brillantes de la Edad Media ,
desempeñó un papel importantísimo en la arriesgada tarea de encauzar el
aristotelismo dentro de la ortodoxia cristiana. Desplegó su grandeza en las
áreas de la filosofía natural, del derecho y el estado sin dejar de lado sus
grandes dotes de teólogo. Sus estudios en las áreas de las ciencias, lo
hicieron más famoso que sus tratados de filosofía, quizás porque en su época
las ciencias estaban muy emparentadas con las artes mágicas, lo que se tradujo
en que más que un filósofo se viera como un hechicero"Eran las tribus semipaganas del Norte las que le admiraban
como tal. Son las tribus semipaganas de las ciudades industriales de nuestros
días, los devoradores de libros de fantasía y de folletos baratos, los profetas
periodísticos, los que todavía le admiran como astrólogo" (Cherterton. Pp 60).
Alberto se destacó por ser un recopilador
del conocimiento, gran parte de su vida se dedicó al análisis y estudio de
extensas obras filosóficas del estagirita, ya que supo darse cuenta del gran
valor de Aristóteles en el dogma cristiano; de está forma dio a conocer toda la
acumulación de conocimientos físicos, matemáticos y metafísicos de helenos,
árabes y judíos. Pero no se contenta sólo con dar a conocer estos
conocimientos, sino que también los explica y los comenta dándoles un
encauzamiento a estos, de esta manera se trasforma en un poderoso
enciclopedista. Dice al respecto el propio Alberto Magno: "En esta obra
seguiré el orden y el pensamiento de Aristóteles, diciendo todo lo que estime
necesario para explicarlo y probarlo; pero de manera que nunca tenga que hacer
mención del texto. Pero lo demás, haré digresiones, a fin de dilucidar
cualquiera duda que pueda surgir para su recta comprensión, y llenando de paso
algunas lagunas que han oscurecido para muchos espíritus el pensamiento del
filósofo. La división de toda nuestra obra será la que indican los títulos de
los capítulos; allí donde el título indica solamente el asunto del capítulo,
quiere decirse que el capítulo pertenece a la serie de los libros de
Aristóteles, por el contrario, siempre que el título anticipa una digresión, es
que lo hemos añadido a título de suplemento, o que lo hemos intercalado a
título de prueba. Procediendo de este modo, escribiremos tantos libros como
Aristóteles, y con los mismos títulos. Seguidamente, añadiremos algunas partes
que están inacabadas, o, si vienen a mano, libros enteros que nos faltan; los
cuales fueron omitidos, bien porque Aristóteles mismo no los escribió, bien por
que habiéndolos escrito, no han llegado a nosotros" (Cherterton. P 60). De esta manera,
construyó el engranaje de la máquina, que luego su amado discípulo engrasaría y
echaría andar.
La relación de ambos santos fue muy
fructífera y unida. Esta relación será muy profunda, relación que sólo se da
entre hombres brillantes. Cuando Alberto se le otorga el cargo de dirigir el
nuevo Studium Generale, establecido
por la orden en la
Universidad de Colonia, colocó como condición el poder
llevarse a Tomás consigo, cuestión que fue aceptada sin muchos problemas.
Maestro y discípulo viajaron por los largos caminos medievales que separaban
ambos burgos. Tomás permaneció en la ciudad de Colonia hasta el verano de 1252,
fecha en la cual debe volver a París con el dolor de su corazón por tener que
dejar a su maestro, pero debía preparar el magisterio de teología. El primer
paso para la fijada meta, fue el obtener su licencia en teología en 1256, para
luego pasar los siguientes tres años en la profundización de sus estudios
religiosos hasta alcanzar el rango de maestro.
Maestro en la Universidad de París.
Una vez obtenido el grado de maestro en
teología, su genialidad se hizo patente entre los círculos de estudiantiles de
la época, por lo cual en 1256 fue nombrado profesor de teología por
intersección de San Alberto Magno, que veía en el joven Tomás una fuerte carta
en la materia. De esta manera pasa a ocupar una de las dos cátedras concedidas
a los Dominicos en la
Universidad de París; sus primeras lecciones fueron sobre el
estudio de las obras de Pedro Lombardo.
Se le entrega la clase de bachiller bíblico (1252 - 1254) y luego
la de Bachiller Sentenciario (1254 - 1256).
Sin embargo el nombramiento no quedó del todo oficializado hasta el año
subsiguiente debido a las disputas entre el clero secular y el regular.
Fray Tomás de Aquino, al igual que San
Buenaventura como se desprende del párrafo anterior, fue nombrado maestro de
Teología por el canciller Heimerico
(licentia docenti). Pudo entonces dar sus primeras lecciones (principium) y
desarrollar independientemente su actividad docente dentro de la Universidad. Tomás
sintió un gran privilegio, pero a la vez una enorme responsabilidad, le
inquietaba no realizar un buen trabajo en una materia tan sagrada como lo son
las ciencias teológicas. Al respecto Maritain rescata lo siguiente: "Señor, dice, <<sálvame,
pues la verdad desaparece de entre los hijos de los hombres>>. Ruega y
llora largo rato; al fin se adormece.
Fray Tomás ¿por qué esas preces y lágrimas?- Porque me obligan a aceptar
la carga de Maestro y me falta la ciencia necesaria. No sé qué exponer para el
día de mi recepción. Acepta en paz el
oficio de Maestro, Dios está contigo. Y el día en que inaugures el curso,
desarrolla estas palabras:<<Tú riegas los montes con las aguas que envías
de lo alto, colmas la tierra de frutos que tú haces nacer>> (Maritain. El Doctor Angélico. P 30).
Era
tal su concepto del profesor de teología, que en una de sus disputas (Quodlib.,
I, 14), plantea la cuestión de sí la mayor importancia en la Iglesia corresponde a los
pastores o a los maestros de teología y se resuelve por estos últimos, dando
como razón el que es mucho más importante el constructor del edificio, que los
trabajadores que operan en la construcción en sí.
Su energía no sólo se iba en preparar sus
clases, sino que su inquietud intelectual lo llevaba a escribir sobre sus
profundas reflexiones teológicas y filosóficas. Su celebridad traspasó los
muros del convento, y pronto personajes importantes de la nobleza y del clero
pidieron su consejo o su enseñanza, el cual Santo Tomás estuvo siempre a bien
proporcionar. Entre sus escritos de esta época podemos mencionar el "Trinitate", las cuestiones
disputadas "De Veritate" y "Quodlibetales". Incluso no
descansaba ni durante las vacaciones universitarias, ya que aprovechaba ese
precioso tiempo para terminar ciertos escritos o colocar en orden su trabajo.
Monasterio de Monte Casino |
Sus capacidades fueron aprovechadas por la Orden para que durante el Capítulo General de Valenciennes, en el que había de fijarse el
orden de los estudios de las escuelas dominicanas de toda Europa. Tomás tuvo
una destacada participación junto a otros grandes de la orden como San Alberto Magno, Florentius y Pedro de Tarantasia (el futuro Papa
Inocencio V). La orden asignó una gran importancia a los estudios
liberales, y muy especialmente a la filosofía. En esta reunión también se
acordó el establecimiento de casas en España (tanto en la parte cristiana, como
en la musulmana); a raíz de este hecho y por petición de Raimundo de Peñafort,
Tomás se dedicó a escribir la "Summa
contra los Gentiles" que la realizó cuando ya estaba avecindado en
Italia, entre los años 1259 - 1264.
Su Estancia en la Corte Pontificia.
Pronto
su fama, como es natural, se extendió más allá de París y la corte de San Luis,
y llegó a oídos de los Papas, los cuales colocaron sus ojos en él; se le otorgo
el cargo de Teólogo de la corte pontificia. Los Sumo Pontífices Alejandro IV, Urbano
IV y Clemente IV le manifestaron su predilección: "Con el brillo y la precisión de un privilegio extraordinario
de la predestinación, la misión recibida del jefe visible puso en actividad el
espíritu invisiblemente recibido, y el espíritu está a la altura de la misión.
Tomás de Aquino realiza su obra como comisionado por la Iglesia y la Iglesia , desde el comienzo
mismo de la obra, la hace propia" (Ídem p 3). Viajó por las ciudades de Orvieto (1261-1265) y
Viterbo (1267-1268) junto al Papa Urbano
IV; varios de sus escritos, como por ejemplo Catena aurea o el Contra Errores Graecorum, fueron dedicados a la
persona de este pontífice. En estos años, tomó parte en la institución de la
fiesta del Corpus con la composición de su oficio litúrgico. Junto a él, se
encontraba una lumbrera de la filología,
Guillermo de Moerbeke, al cual indujo a traducir la obra del estagirita del
griego al latín. Los comentarios a las obras de Aristóteles serán de un gran
alcance, incluso mayor que el realizado por Gerardo de Cremona y Miguel Scoto,
los cuales obtuvieron sus traducciones desde el árabe y no como hemos notado en
el caso del aquinatense, que la obtuvo del griego: "A la estancia de Santo Tomás en la corte de Urbano IV aluden
evidentemente estas palabras de un poema del maestro Enrique publicado por
Grauert: <<Hay allí uno que sería el inventor de una nueva filosofía si
la antigua quedase por el suelo destruida. Como nuevo editor la levantaría de
nuevo de la mejor manera; aventajaría todavía a los filósofos antiguos por la
gloria de su sabiduría>>" (Grabmann. P 14).
El sucesor de Urbano IV en el trono
pontificio, Clemente V, apreciaba aún más el talento de Tomás al punto de
querer nombrarlo obispo de la ciudad de Nápoles, a lo cual el Santo se opuso
tajantemente. Mediante ruegos y lágrimas consiguió que su santidad se olvidara
de la idea y lo dejara, como él deseaba, maestro de teología, que era todo lo
que Tomás amaba. En 1265 fue llamado desde Roma para hacerse cargo de la
dirección de los estudios de la
Orden en la provincia romana. En la ciudad eterna ejerció en
el convento de Santa Sabina, en el cual estuvo el maestro fundador de la
orden de Santo Domingo de Guzmán; aquí
ejerció el cargo de profesor con el celo al que ya nos acostumbramos a
observarle. Su trabajo en las universidades italianas le dejaba mayor tiempo que la Universidad de París,
el cual, él sabía aprovechar de la mejor manera posible. Se daba a una
infatigable tarea; según algunos testigos dicen que andaba con tres, cuatro y
cinco secretarios al mismo tiempo a los cuales les dictaba tópicos de diversas
materias casi simultáneamente, incluso han afirmado que se quedaba dormido
dictando y que al despertar continuaba haciéndolo (Maritain. P 32). El trabajo
más fuerte se realizó como ya hemos mencionado en sus comentarios de
Aristóteles y de Averroes, esto con la intención de comprender a estos
magníficos filósofos, pero también para despejar dudas y tergiversaciones que
se estaban expandiendo por la
Europa cristiana; de esta época son sus comentarios a la Metafísica , Física, la Ética a Nicómaco, La Summa Teológica en
su primera parte y su Summa Contra
los Gentiles, entre otras tantas obras.
Enseñando en Viterbo en 1268, fue llamado
por la orden repentinamente para que nuevamente se hiciera cargo de la cátedra
de teología en la
Universidad de París. Es importante tener presente que este
hecho es muy curioso, debido a la tradición universitaria medieval de que un
maestro no podía volver a ostentar el cargo de profesor de una misma cátedra
dos veces, incluso tampoco podía volver a ejercer en el mismo plantel de
estudio. Pero toda tradición podía dejarse a un lado si la verdad estaba siendo
atacada, como era este caso, por Siger
de Brabante y Beotio Daco. Estos
intrépidos profesores y escritores, con una seductora y temeraria inteligencia,
escudándose en la idea de hacer triunfar las ideas de Aristóteles, en realidad
estaban introduciendo las ideas de Averroes en la facultad de Artes,
comprometiendo de esta manera todo el trabajo realizado a favor de la introducción
de las ideas del estagirita.
Una vez de regreso en París, su trabajo
intelectual continuó muy fuertemente, enseñando y rebatiendo la idea de los
averroístas. Desde 1269 hasta 1272 se libró una encarnizada lucha intelectual
dentro y fuera de las aulas universitarias. En este duelo que emula las grandes
gestas guerreras, el Santo logró vencer dentro de las aulas, mientras que fuera
de ellas las doctrinas de Brabante fueron condenadas por el Obispo de París en
1270 "El <<triunfo de
Santo Tomás>> sobre Averroes, que aparece a sus pies aniquilado, se
representa en un notable fresco de Andrea de Bonaiuto en la capilla de
Florencia, en retablos de Filippo Lippi en Santa María supra Minerva de Roma y
de Fr. Traini en la iglesia de Santa Catalina de Pisa, y en una pintura al
temple de Venoso Gozzoli en el Louvre"( Grabmann, p 17).
Durante esta nueva estancia en París, no
sólo se dedicó con alegre espíritu a rebatir a los averroístas latinos y a los
enemigos de las ideas peripatéticas, sino que prosiguió su trabajo literario
con renovada energía. Fueron compuestos los tratados de la “Perfección de la
vida espiritual”, “Contra los
adversarios de la vida religiosa”, “De la
unidad del intelecto contra los averroístas”, “De la eternidad del mundo
en contra los detractores de Aristóteles”, los “comentarios” sobre el “De Causis”, sobre los "Meteoros", las
últimas "Cuestiones disputadas"
y la segunda parte de la "Summa
Teológica".
Durante este periodo, también se renovó
las disputas entre los profesores del
clero seculares y los de congregaciones, esta vez la tormenta la desencadenó Gerardo de Abbatisvilla, un muy
respetable sabio, así por lo menos lo consideraba el Maestro de los Ángeles en
su obra “Quaestiones quodlibetales”
(Grabmann. P 19) y Nicolás de Lisieux.
Los profesores seculares argumentaban que el hecho de que los maestros de la
orden de San Francisco y los dominicos estuviesen en constante cambio de
residencia complotaba con una buena enseñanza, ya que no se podían empapar del
espíritu realmente docente universitario. Tomás con todo el prestigio ganado,
vino a ser el que refutara tales acusaciones, demostrando magníficamente en el
Questiones Quolibetales la gran equivocación que tenían los profesores antes
citados y el clero secular en general.
Una tercera polémica le quedaba por librar
a Tomás con el ingreso del averroísmo aristotélico. Muchos teólogos
conservadores principalmente de la orden franciscana, como Roberto de Kilwardby y John
Peckham, vieron en las enseñanzas del estagirita un peligro en la recta
doctrina; para ellos, las enseñanzas de San Agustín de Hipona no solo eran
suficientes en materia teológica, sino que también en filosofía debían ser
suficientes, mientras que Aristóteles era visto como algo más que una simple
decoración intelectual. Tomás defendió la enseñanza de Aristóteles, ya que
creía que estas en materia de teoría del conocimiento y psicología, eran un
importante aporte a la teología y a la filosofía. Estas últimas luchas
decidieron al canciller de la universidad a zanjar en parte la polémica,
pidiendo que Santo Tomás fuera removido de su cargo y en su lugar se colocara
alguien más de la tendencia agustiniana; el cargo recayó en el hermano de orden
de Tomás, Fray Francisco Romanus,
mientras que el aquinatense era enviado nuevamente a Italia. Como es obvio de
comprender esto no turbo el espíritu de Tomás en nada y viajó feliz a hacerse
cargo de su nuevo trabajo académico en la ciudad de Nápoles. Esta decisión no
fue del agrado de los profesores que pidieron a la orden, durante su capítulo
general de 1272, que volviese Tomás a ejercer como académico de la universidad,
lo cual no fue acogido por la orden.
Muerte de un Santo.
Nuevamente abandona la cuidad de París en
1272, y regresó a Italia, donde el ya mencionado Capítulo General de la Orden en la ciudad de Florencia
lo restituyó de inmediato a sus tareas de profesor y al mismo tiempo le encargó
fundar y dirigir un Studium Generale de teología y para ello se le dieron las
más amplias libertades de ver el lugar físico donde estaría. A instancias del
príncipe Carlos de Anjou, Tomás se decidió por la ciudad de Nápoles: "Allí había hecho en su mocedad sus
primeros estudios, allí su corazón ansioso de Dios había buscado la paz de la
vida del claustro en la Orden
de Santo Domingo, allí marchó entonces el sabio llegado a la cima de su
madurez, de su esfuerzo ascético y de su producción intelectual ¿presentía que
sólo le quedaban pocos años de vida?" (Grabmann. P 19).
Se sabe que en sus últimos meses de vida
tuvo visiones místicas. En Diciembre de 1273, después de decir misa, suspendió
su trabajo en la tercera parte de una de sus monumentales obras "La Summa Teológica ",
diciendo a su amanuense que había llegado al final de sus escritos, la razón
que entrego es que "después de lo que Dios se dignó revelarme, me parece
paja todo cuanto he escrito" (Copleston, F. C. El pensamiento de Santo
Tomás. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México. 1960. P 8); otras fuentes
dicen que intentó destruir los escritos. Su estancia en esta última ciudad fue
muy breve, ya que en el mes de Enero de 1274 fue convocado personalmente por el
Papa Gregorio X, para que
compareciese al Segundo Concilio General que se realizaría en la ciudad de
Lyon. Este concilio trataría de la unión entre la Iglesia Católica
Romana con las Iglesias Católicas Ortodoxas del oriente. El Papa quizó tener en
este Concilio a las voces más destacadas en materia teológica, como a los
conocedores de la problemática existente entre las dos iglesias, cuestión que
el aquinatense llenaba con creces (Contra Errores Graecorum).
Santo Tomás como buen religioso, obedeció
al pontífice y se colocó en camino de la mencionada ciudad francesa, pero en el
trayecto, comenzó a sentirse muy mal debido a los desvelos de una vida de
estudios; su salud fue quebrándose cada vez más, su estado se agravó por la
dureza del viaje. Cuando llegó al monasterio
cisterciense de Fossanova, en la región de Terracina, al sur de la ciudad
de Roma, Tomás ya no pudo soportar más y debió permanecer convaleciente.
Mientras estaba en cama y siguiendo la parábola del buen siervo el cual al
llegar su señor lo encuentra realizando su trabajo, así también Tomás estaba,
ya que enseñaba a los monjes el Cantar de los Cantares, dando una magnífica
interpretación. Su salud continua decayendo, en su lecho de muerte su amigo y
secretario Reginaldo de Piperno lo
confesó y le dio la eucaristía, cuando la recibió dijó las siguientes palabras:
"Yo te recibo, precio de
redención de mi alma. Por amor de ti he estudiado, he soportado vigilias y me
he fatigado, te he predicado y enseñado. Nunca he dicho nada contra ti. Tampoco
persisto en mi opinión obstinadamente, sino que si alguna vez me hubiera yo
expresado con error sobre este Sacramento, yo lo someto al juicio de la santa
Iglesia romana, en cuya obediencia salgo de este mundo"(Grabmann. P 20).
Tumba de Santo Tomás de Aquino |
Terminó por fallecer en marzo del citado
año. Su pérdida fue invaluable. En la Universidad de París la noticia causó conmoción,
el centro intelectual tenía de sobra motivos para sentir su partida; había sido
una lumbrera en sus aulas, una que había alumbrado mucho, por lo cual, era
motivo de orgullo y ornamentó para la Universidad. Se
envía una misiva al capítulo general de la orden de 1274 para alabar su persona
y para que sus restos sean llevados a los establecimientos universitarios. El
pedido no fue acogido, pero su obra permaneció en las aulas de aquel plantel.
Sus restos fueron llevados después de una serie de vicisitudes a la Iglesia de los Dominicos en Toulouse en 1368. Durante la Revolución Francesa ,
donde los oscurantistas y fanáticos del movimiento saquearon la Iglesia , los restos fueron
llevados a la Iglesia de San Fermín de la misma ciudad,
donde aún reposan en la paz de Dios, su gran motivación y maestro.
La vida del querido Tomás, hace rato inspiró este soneto
ResponderBorrarTomás de Aquino, querido buey mudo,
Humilde portavoz de lo divino,
Rompes la duda mostrando el camino
Allí donde otro jamás pudo.
Que no negaste, más bien distinguiste
Y tras la huella de Dios, anhelante,
En las bases del Ser fundante
A sin fin de preguntas respondiste.
¡Cuanta fuerza en la humildad de tu luz!
¡Cuánta paz al presentar tu argumento!
¡Cuánta prudencia, respeto y amor!
Que Cristo, por tus palabras contento
Te ofreció: ¿Qué deseas? Pero tú
Presto dijiste: ¡Sólo a Ti, Señor!
Paz y bien!!!!!!
Un poema que resume toda la obra y vida del Santo, esto me recuerda cuando Glson al referirse a la obra de Chesterton sobre la vida de Santo Tomas dijo que era mejor que la realizada por él, así también lo creo, que la poesía guarda lo sublime y elevado más allá de las palabras e ideas, gracias por compartir tu poesía que no lo haces muy a menudo.
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