Kazuo Ishiguro:
Sorprendido por el Premio Nobel 2017
La amistad
es un puente que une
A
través del tiempo y el espacio
Agradezco
a mi querido
Amigo
Rodrigo Salinas
Tantos
momentos juntos
El
nuevo premio nobel de literatura Kazuo Ishiguro no debería ser una sorpresa
para nadie, es un escrito que lleva décadas entregándonos excelente literatura.
Con un estilo refinado y elegante construye los más complejos acertijos
narrativos que se sostienen en una idea central que se va debelando paso a paso
en el relato, logrando a través de una atmosfera sugerente la conclusión de su
historia, es un narrador que no necesita ni los excesos, ni imágenes dantescas
detalladas, ni tampoco un lenguaje vulgar para lograr penetran en la inmensidad
del hombre como un ser cósmico y complejo.
Kazuo
tiene todo lo que se requiere para ser un extraordinario escritor, cultura,
intelectualidad, tradición, conocimiento del espíritu humano y su problemática,
y por sobre todo, un talento narrativo excepcional que ha dado como fruto una
serie de buenos libros, por tanto no es sorpresa que fuera galardonado con uno
de los premios más destacados de la literatura universal, la sorpresa hubiese sido que no lo obtuviera, como ha
pasado con otros escritores como es el caso de Kafka o Borges. La academia
sueca este año acertó con él galardonado sin lugar a dudas y de esta manera no
tuvimos que lamentar otra locura de los especialistas que bajo criterios
desconocidos, pero sin lugar a dudas no literarios, le han dado el premio a
personajes como Winston Churchill o Bob Dylan haciéndose realidad las
proféticas palabras de Borges al decir que “los
suecos tienen una extraña tradición nórdicas” para entregar el Nobel de Literatura.
Como
conocí a este escritor, es una historia muy personal de lector a narrador, fue
a través de una película llamada “Lo que queda del día”, del
director norteamericano James Ivory (1993),
que fue magistralmente interpretada en los papeles protagónicos por los
actores Anthony
Hopkins (Señor Stevens) y Emma Thompson (Señora Kenton). Estuvo
en cartelera hace ya unas décadas en el viejo y muy querido Cine Arte Normande,
de grandes y hermosos recuerdo, esta sala de cine ésta enclavada en el casco
antiguo de la ciudad de Santiago y para muchas personas se trasformó en un verdadero faro de
buen y verdadero séptimo arte en medio de la barbarie de películas entretenidas
y muy comerciales de nuestras nuevas salas de exhibición cinematográficas para el relajamiento mental y
moral de los espectadores.
Volviendo a la cinta en cuestión, fui ese día
de verano con un querido amigo que le debo mucho de mi actual intelectualidad a
ver esta película de sugerente título “Lo que queda del día”. De principio a
fin la cinta fue una verdadera obra de arte, y utilizo este terminó desde lo
más profundo de su significado estético y no como una simple forma retorica
para avalar mi gusto personal. Como dijera el film estaba sostenido por una
belleza de las formas, una extraordinaria actuación, pero por sobre todo por un
relato que escarbaba en la naturaleza más profunda del hombre occidental del
siglo XX, una problemática existencial de la vida, en esta sociedad de la
rutina y el confort. Por tanto, solo puedo decir que la película es una
verdadera sinfonía en todos los sentidos, visual, argumental, musical y actoral.
No
recuerdo en este momento si hice algún comentario sobre el autor del libro en
que se basaba la cinta, un tal Kazuo
Ishiguro, un desconocido japonés para mí en ese momento, ya que me dejo
anonadado con su capacidad para indagar en las fibras más profundas y sensible
del espíritu puramente inglés. Con los años y ya conociendo parte de su obra
supe que en realidad Kazuo tenía muy poco de japonés en lo cultural y todo de
inglés, ya que desde los seis años vivía en Inglaterra y todos sus estudios los
había realizado en aquel país del norte de Europa.
Ahora
que lo pienso más profundamente, creo que no realice ningún comentario a mi
buen amigo sobre el autor de la novela en que se basaba la película, pero si
debo confesar que me enamore de este film y lo fui a ver un par de veces más
ese verano, para luego comprar el DVD y así poder disfrutar del cuantas veces
quisiera. Así pasaron algunos años, un día nuevamente de verano y paseando
entre las pocas, pero buenas librerías de Santiago Centro, me quede por un
momento paralizado cuando vi un libro en un estante con un título que me
evocaba aquella magnífica película y este era “Los Restos del Día”,
lo sostuve entre mis manos y lo estuve hojeando unos minutos, eso me basto para
darme cuenta que se trataba de la novela en la que se había basado la película,
por supuesto lo adquirí me lo lleve a casa y lo devore en menos de tres días,
se debe tomar en cuenta que era la época veraniega y por tanto de vacaciones lo
que me permitía leer cuanto quisiera y lo que quisiera a la hora que lo deseara.
La novela estaba escrita magistralmente, el
argumento se sostenía por sí mismo de principio a fin en la idea existencial de
una lúcida reflexión acerca de la
vacuidad y esterilidad de tantas vidas humanas. El libro se iniciaba con una dedicatoria a la memoria de mistress Leonore Marshall gran poeta
norteamericana que Kazuo tenía cierta predilección literaria.
El
libro empezaba su relato en las memorias de un viejo mayordomo que había hecho
del servicio en una gran mansión como lo era Darlington Hall, una virtud
cardinal y fin último de su vida, de ahí que el servicio sea todo lo que
comprende como la existencia, este mundo construido en una burbuja irreal se
quiebra cuando el dueño lord
Darlington fallece y esta es rematada al mejor postor por una familia que solo
desea dejar el infame nombre de Darlington atrás, por sus vínculos con el
régimen Nacional – Socialista germano. La mansión es comprada en julio de 1956
por un multimillonario empresario y político norteamericano, el señor Farraday
que simboliza el quiebre de una vieja tradición estructurada en la perfección
del servicio y la tradición inglesa decimonónica, por la visión practica y
consumista de la vida lejos de las tradiciones nobles. El nuevo dueño desea
dejar a punto su casa antes de la llegada de su familia desde los Estados
Unidos, y para ello, invita al viejo mayordomo de apellido Stevens a solucionar
el problema de la servidumbre y que además se tome unas vacaciones, acción que
nunca ha realizado en su vida este último. De esta forma el protagonista el
“señor Stevens” realiza un viaje fuera del mundo envolvente de la mansión Darlington,
viaje que a la vez lo hará evocar su propia vida de servicio y errores que ha
cometido en esta al negarse vivir la vida, para entregarse a la perfección de
su trabajo, por tanto la novela está construida hábilmente en dos viajes
simultaneo, uno físico y en tiempo presente, y un segundo viaje, al tiempo de
la memoria y del pasado inexorable. Durante esta pequeña odisea que llevara
algunos días realizarla a su protagonista, será a todas luces la última gesta
de su vida “…lo que queda del día”. El mayordomo con esta acción veladamente
desea torcer el destino que el mismo forjo paso a paso, trayendo de vuelta a la
mujer que ahora reconoce como el amor de su vida y que dejo ir por aquel
capricho de su visión de la existencia, la señora Kenton, la ama de llaves quien
vive en un extremo del país, en la apacible y bella localidad costera Weymouth,
con la cual inicia el recuerdo de los aciagos días cuando “… el mundo político y empresarial de Inglaterra iba a Darlington Hall”,
cuando su señoría lord Darlington aún vivía y era un hombre respetado por
todos, cuando aún existía ese romanticismo de la tradición y la perfección
inglesa en todos los sentidos del término, tan cara en la literatura
decimonónica popular como queda atestiguado en la novela “Orgullo y Perjuicio” de la escritora Jane Austen.
Durante
este doble viaje que está enmarcado en una psiconarración y la retrospección de
un pasado oscuro, el protagonista pasa las etapas de su vivencia amorosa con la
señorita Kenton y las vicisitudes del servicio en la mansión de lord Darlington,
hombre que es descrito con sentimientos contradictorios, ya que posee nobles
gestos, pero que se oscurecen frente a las acciones viles y serviles frente a
la política germana, sobre todo ideológica del nazismo al cual esta apoyando,
esto se debe a que carga con el amargo sino de no haber cumplido una promesa a
un viejo amigo alemán, que una vez terminada la conflagración de la Gran Guerra
(Primera Guerra Mundial) beberían como buenos amigos un trago, pero que el odioso
e injusto tratado de Versalles trunco toda posibilidad de un acercamiento entre
las partes que lucharon en la conflagración del año 1914, el tratado que no
dejo feliz a nadie, es la representación gráfica de la inercia – culpabilidad
de las grandes potencias europeas como Inglaterra y Francia, que al no desear
un nuevo conflicto dejaron que se expandiera la furia fascista germana de la
mano de una política agresiva por parte de Hitler, quien era la encarnación de
la locura irracional nacionalista radical, muchos hombres de buenos
sentimientos y visiones románticas políticas como lord Darlington no pudieron apreciar. Lord Darlington es por tanto la encarnación
de las ideas de políticos de la época como el Primer Ministro Chamberlein y de una Europa sumida en el sopor
de la dudas y la mantención de la paz a ultranza, que intentan por todos los
medios detener la nueva tormenta de acero a la que el mundo se precipita por
obra y gracia del fascismo germano, haciendo cosas inimaginables como la
concesión de territorios y la aceptación de la entronización del régimen del
terror y fanatizado del Tercer Reich, tema que el libro trata con magistral
acierto, haciendo reflexionar al mayordomo de su culpabilidad también por no
decir “NADA”, transformándose como muchas personas de la época en cómplices
mudos de las atrocidades cometidas en nombre de la Paz.
Lord
Darlington en la novela es manipulado por la política oscura germana, lo que lo
lleva como muchos políticos ingleses a caer en las redes de Hitler y no siendo
partidarios de este, a aceptar tácitamente sus acciones por un bien superior,
quedando de esta manera como un colaboracionista de este régimen y por supuesto
un verdadero “Chivo expiatorios” de una política Inglesa y Europea que fue mal
realizada, que temía más a la barbarie comunista que a la barbarie fascista. El
mayordomo Stevens se ve envuelto en este mundo de la alta política como un
espectador de primera clase, que
considera esencial la discreción y la no intervención en nada, incluso
considerando las acciones de su Lord como cosas que están más allá de su
entendimiento, de esta suerte para él Darlington es casi un ser superior y por
ello acepta sin problemas humillaciones y acciones que están en contra de sus
sentimientos e ideas.
El
mundo del señor Stevens está cerrado a la vida, ha destruido la esencia de su
existencia o sea sus más puros y hermosos sentimientos como el amor, pero
durante este viaje en busca de la antigua ama de llaves van nuevamente aflorando
los sentimientos que humanizan al personaje, el primero de estos que aflora y
que sostiene el protagonista como un pesado
morral, es el arrepentimiento a
una vida desperdiciada. De esta manera después de negar como judas el conocer y
servir a Lord Darlington durante la primera parte de su viaje por sus
conexiones con el fascismo germano, se percata que el primer paso para
liberalizarse de ese pasado que lo abruma es enfrentarlo con la verdad, esto
ocurre cuando un gentil médico de una pequeña localidad campestre conocedor muy
bien de lo que se dice e informa de Lord Darlington lo ayuda con una “pana de
bencina”. Frente a este médico, el señor Stevens realiza un mea culpa y un juicio de valor muy
honesto de un hombre noble que fue arrastrado al mal como muchos hombres de la
época. Luego de reconocer su parte de culpa en los funestos hechos anteriores a
la Segunda Guerra Mundial, el señor Stevens le anuncia al médico su oculto
deseo de poder recuperar algo de su tiempo perdido llevándonos a recordar el
pasaje del libro “Un Cuento de Navidad”
de Charles Dickens cuando “Ebenezer Scrooge dice: …que Dios perdone
el tiempo perdido…”, y al igual que el libro de Dickens en el mejor momento
de su vida “la vejez”, de esta
manera Kazuo Ishiguro logra sumergir
al lector en lo que es su objetivo principal, desojando la casca dura y
hermética de un ser humano y exponiendo sus sentimiento con pureza y fuerza,
incluso aquello que están más escondidos y encerrados, como el amor, de esta manera el descubrir se vuelve la
fuerza básica y central de la historia, el señor Stevens es la encarnación de
una vida compleja con muchos “pudo ser
diferente” o “tal vez” para
alcanzar un ideal que al final no llena al individuo habido de trascendencia y
no de éxito profesional, que en realidad
es la pobre justificación de nuestro tiempo perdido inexorablemente y que ha
destruido nuestra existencia.
El
libro de Kazuo Ishiguro por su temática
es para meditar y disfrutar de una reflexión de nuestra propia existencia y de
las acciones que realizamos en esta.
Nuestro
autor sin duda es un brillante escritor que ha merecido el nobel por su amplia
y prodigiosa biografía literaria, Este japonés que nació en la ciudad de Nagasaki por el año de 1954, pero que se
trasladó junto con toda su familia a Inglaterra en 1960 y por tanto se
convirtió en todo un inglés, que ha estudiado en la prestigiosa universidad de
Kent y se doctoro en escritura creativa en la universidad de East Anglia y que
en su vida a recibido los reconocimientos más importantes como ser nombrado Oficial de la Orden del Imperio Británico
y Caballero de las Artes y las Letras
por el gobierno francés. Su obra reconocida y conocida mundialmente ha obtenido
una serie de premios como Winifred
Holtby, Whitbread, Booker, Cheltenham y Novela Europea Casino de Santiago, no hay sorpresa de su triunfo.
Amos Oz
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Recordemos
que su viaje al mundo de las de letras se inicia por la década de los años
ochenta, aun cuando ya había publicado una serie de cuentos y artículos en los
setentas, pero su primera novela “Pálida
luz en las colinas” la cual obtuvo una extraordinaria acogida, con esta
novela recibió su primer premio
resonante llamado “Winifred Holtby”. De este punto sin retorno Kezuo se lanzó
con toda su fuerza a la narrativa creadora, así en los siguientes años
aparecieron novelas como “Un artista del
mundo flotante” (1986), “Los restos
del día” (1989), El desconsolado
(1995), entre otras obras. Kezuo todavía tiene mucho que dar al mundo de la
buena y reflexiva narrativa y así esperamos con ánimo los lectores, haciendo
del oficio de escritor un arte y una tarea noble, tal y como la definía
Alexander Solzhenitsyn: “Sin embargo,
existe cierta peculiaridad en la esencia de la belleza, una peculiaridad en el
rango del arte y es que el poder de convicción de una auténtica obra de arte es
completamente irrefutable y obliga a la rendición hasta a un corazón opositor”.
Así también Kazuo Ishiguro ha rendido a
detractores y seguidores con su arte, y por supuesto, seguirá descubriendo mundos
siderales y terrenos nuevos en tierras baldías construidos en un limitado
tiempo para crecer y crear, para creer y amar, este escritor nos ha devuelto la
fe en el premio más preciado de la
literatura universal, el nobel. Para terminar una recomendación para la academia, esperemos que el próximo año se lo adjudiquen a Amos Oz.
Hola.
ResponderBorrarQue emocinante formar parte de un recuerdo tan relevante.
Recuerdo con exactitud cada vez que fui a ese cine, solo o acompañado y el ambiente que rodeaba cada película que disfruté. Para mí no es solo una sala de proyección, sino una etapa de mi vida.
Sobre esta cinta recuerdo que me intrigó mucho que se anunciara como basada en una novela escrita por alguien de nombre japonés, pero no indagué más en el asunto. No lo comentamos y en esa época tú no tenías por costumbre poner atención en los créditos, costumbre que quizá aún conservas.
Al salir del cine en aquella ocación, nuestro tema de conversación giró en torno a la dimensión psicológica de los personajes y la relación que tenían con nuestras propias vidas, creo que de no haber estado estudiando y por lo tanto haber tenido un poco más de lucas, habríamos ido a tomar algo y hubiésemos tenido alguna conversación de varias horas, pero nuestra condición económica nos forzaba a salir del cine, conversar mientras caminábamos al metro y despedirnos hasta la próxima.
Yo expresaba mi cercanía con el personaje de Stevens, pues entendía su entrega total a su trabajo, llevándolo con pasión; tú te burlaste de mí indicando que era ridículo olvidar la propia vida a causa de los demás. Sigo teniendo cercanía con ese personaje, a pesar que mi vida ha sido tan caótica como la de la señora Kenton al abandonar la seguridad de la mansión.
En esa época Anthony Hopkins disfrutó una bonanza laboral impresionante, convirtiéndose en el caballero victoriano perfecto: su cinismo, mirada inescrutable, voz comedida y movimientos fríamente calculados, le hacían parecer un hombre sacado de una vieja fotograía de época.
El cine británico nos enseña que una buena actuación, llena la historia y, en eso, esta película es una clase magistral, desde Emma Thompson, James Fox, hasta el desaparecido y sub valorado Christofer Reeves, formas todos facetas de una sola mente compeja, creo que este tipo de películas se prestan más para la interpretación gestáltica de la vida y nosotros mismos.
Hola Rodrigo
ResponderBorrarNo había tenido mucho tiempo para ver mi blog, es fin de semestre y por tanto más trabajo que nunca. Con relación a tu comentario, para mi al igual que para ti el viejo y querido cine Normande era un lugar en donde uno podía pasar horas deleitandose con cine de calidad real y or un precio muy bajo, o sea de estudiante, y es verdad que ese día conversamos al salir del cine sobre el protagonista del libro y lo cercano que te era, y claro yo me burle sobre que la vida s algo más que una rutina, cuestión que sigo pensando hasta el día de hoy, porque la existencia no puede ser una rutina solamente por mucha seguridad que esta otorge, creo que ese es el punto relevante de la cinta al menos por un momento torcer ese rumbo y hacer lo imprevisto, lo que te devuelve al mundo de la bebulosa cambiante, porque la seguridad es solo un espejismo. Me alegra en parte que tu vida sea un poco caotica, tiene existencia, me recuerdo de una película catalana que era sobre el fin del mundo y los personajes debían luchan encontrar de una extraña enfermedad que les impedía salir a la calle y uno de ellos le dice "que bueno, por fin sucedió algo importante en nuestras vidas". Con relación a otro punto es verdad aun no coloco atención en los créditos, pero el nombre del japones aparece al comienzo de la película de ahí mi impresión.
Gusto de recordar viejos tiempos, cuando aun todo era perfecto.
Hola Roberto!
ResponderBorrarLeyendo tu artículo me acordé de un diálogo entre la Reverenda Madre Bene Gesserit y Dama Jessica, que me quedó muy grabado por la inteligencia que puso Frank Herbert en crearlo:
"La Reverenda Madre, mostrando tres dedos le decía a Dama Jessica: el trípode es el equilibrio político más inestable".
Lo menciono porque voy entendiendo el equilibrio político de los años 30 como una guerra fría a tres bandas: liberalismo, fascismo y comunismo. Y que colapsó en 1939.
Por otro lado, considero a la rutina como la amistad fiel, de esas que por acompañarte siempre al final uno termina despreciando...
Un abrazo
Hola Gabriel
ResponderBorrarTienes razón al hacer el alcance sobre el concepto político del trípode, efectivamente es el sistema más inestable, leyendo articulo sobre Frank Herbert este hacia mención a que la democracia sufre de este problema al dividir el poder en grupos como la ciencia, política y economía desplazando a la fuerza más creadora que es la religión a ámbitos oscuros y privados, pero que al final como dice Dawson son el verdadero motor de la historia humana, con relación a tu segundo punto, la rutina ese una verdadera compañera de la vida, pero de vez en cuando debemos despeinarnos para sentir la existencia entre nosotros. Muy bueno tu comentario.
Sardauka desde las tierras de Arrakis, tierras desiertas.