EN LAS ARENAS DE ARRAKIS

lunes, 17 de abril de 2017

ETIENNE GILSON UN PENSADOR REVOLUCIONARIO


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Etienne Gilson
UN PENSADOR  REVOLUCIONARIO



Para Mauricio Tapia,
un verdadero amigo, por
Las largas conversaciones
Sobre Santo Tomás de Aquino






Cuando aún cursaba mis estudios en la universidad en historia y teniendo un tiempo libre entre lectura y lectura, decidí despejarme viendo una película en el cine, cuando llegue a la ventanilla de éste último me fije que la película que se estaba exhibiendo tenía el título “De Mao a Mozart”, el nombre no me dijo nada en ese momento, una vez instalado en la butaca pude ver un largo documental realizado por el director Murray Lerner sobre el viaje realizado en 1981 por el extraordinario  violinista Isaac Stern a China Popular. En la película se mostraba una mezcla extraña, ya que por una parte mostraba el arte en acción y un mundo cultural, en este caso el chino, sediento de éste y como contra partida una bestial y barbárica arremetida por parte de un hombre que simbolizó el terror destructivo del arte, el hombre se  llamó Mao Zedong y su seudo revolución cultural, pero el arte sobrevivió mientras que el mal desapareció. Ahora se preguntará el lector por que iniciar una introducción a partir de un recuerdo cinéfilo, simple, que lo presentado por Lerner es muy parecido a lo ocurrido a la cultura católica occidental, una furiosa arremetida por parte de un mundo barbárico, que quiso sacar primero el saber medieval, luego el pensamiento cristiano y no contento con esto, finalmente a Dios del orden de la cultura occidental, pero a pesar de este gran y colosal esfuerzo, la historia tiene su mecánica para amoldarse, mecánica que ésta más allá del hombre y del tiempo línea, y quien pensaría que los hijos del positivismo, o sea del más frío pensamiento humano saldría una poderosa elite intelectual capaz de traer nuevamente el mundo medieval, cristiano y a Dios a la mesa de occidente como una fuerza de la razón tan respetable como el resto del engranaje del pensamiento occidental. Es en este renacimiento cultural en donde se destacó la figura del pensador, escritor y filósofo francés Etienne Gilson.
            Hablar de Etienne Gilson, es hablar de una de las mentes más preclaras de Francia del siglo XX, un hombre que por su naturaleza espiritual se abocó a los estudios y la investigación en el área de la historia y la filosofía. Un hombre que realizó un gran aporte a los estudios tomistas. Para comprender mejor a este gran pensador galo, es necesario introducirnos en otro de los hombres grandes del pensamiento europeo y cristiano, que fue la pasión de Gilson, nos referimos a Santo Tomás de Aquino, el filósofo escolástico del siglo XII que construyó toda una mecánica de pensamiento humano que aún hoy perdura.
           
 Santo Tomás de Aquino, aquel “buey mudo” que bramo tan fuerte que el eco de su pensamiento sigue inspirando generaciones de pensadores, ha tenido dos momentos de singular importancia en la historia, fuera claro ésta de su propia época. Durante el periodo de la reforma católica en el siglo XVI, su obra fue intensamente estudiada, sobre todo por los grandes juristas españoles  como lo fueron: Suarez y León, sólo por dar dos ilustres nombres, quienes fundaron una importante escuela de derecho natural, basada en las ideas que extrajeron de la escolástica que hasta nuestros días tiene una gran importancia e influencia en el mundo de la filosofía y el derecho.
El segundo momento fue a fines del siglo XIX y la segunda mitad del XX, que se inicia con un llamado del Papa León XIII En la encíclica Aeterni Patris, en esta pide a los intelectuales interesarse por las ideas de Santo Tomás de Aquino, es importante tener presente que los estudiosos que se inspiraron en esta encíclica no deseaban desenterrar un pensamiento y transformarlo en una pieza de museo viviente, eso hubiera sido una falta de especulación histórica e intelectual, muy por el contrario se trató más bien, de revalorizar el pensamiento de los grandes maestros de la escolástica, muy  particularmente la doctrina de Santo Tomás  de Aquino, construyendo a partir de ella nuevas concepciones políticas, filosóficas, éticas e históricas, era por tanto una verdadera revolución, que vino a sacudir como todas las revoluciones  los viejos cimientos del mundo cristiano y de occidente.
Los jóvenes intelectuales que oyeron la voz de su Santidad, se impusieron la tarea de impulsar el estudio de la escolástica directamente de las fuentes, a partir de este punto construir un edificio nuevo en el pensamiento filosófico contemporáneo que diera respuesta a las grandes interrogantes del hombre moderno, pero que también respondiera a los problemas de nuestra época.  Bajo el paraguas de esta escuela Neo – Tomistas se encuentran nombres de todas las partes de Europa como los franceses: padre Reginald Garrigou-Lagrange y Jean Maritain, el polaco Mieczyslaw Krapiec, los ingleses Federick Copleston, Cherteston y Christopher Dawson, los españoles Julián Marías y Antonio Millán Puelles, solo por nombrar alguno, de entre una gran masa de destacados intelectuales cristianos. Entre estas selva de mentes brillantes se encuentra nuestro Etienne Gilson.
Antonio Millán Puelles

Etienne Gilson nació en la ciudad de París, hijo de una familia católica asistió al seminario-colegio diocesano de Notre-Dame-des-Champs, donde cursó sus estudios básicos, para luego ingresar en el Liceo Enrique IV donde realizó su bachillerato. Después de cursar sus estudios realizó su servicio militar obligatorio, para posteriormente ingresar a la universidad de la Sorbona. En este lugar se empapo de lo único que se dictaba en esa época en las aulas humanistas y científicas, positivismo, positivismo y más positivismo. Como tenía importantes inquietudes metafísicas decidió al igual que Jean Maritain tomar las clases del metafísico del momento, el gran escritor y filósofo Henri Berson, que impartía clases en el Instituto de Francia – organismo que tenía una fuerte rivalidad con la Sorbona -, aquí pudo empaparse de las primeras ideas sobre el SER, la existencia y la intuición de la mano de una de las mentes más brillante de la época, no por nada, Berson recibiría los  premios de literatura francés y el  Nobel de literatura más tarde.
Cuando realizaba sus estudios de doctorado en la Sorbona, su maestro de tesis el profesor Lucien Lévy-Bruhl, le propuso que estudiara los pensamientos de Rene Decartes, curiosamente los estudios de este destacado pensador y matemático del siglo XVI, considerado un verdadero revolucionario en el pensamiento científico moderno, lo empujo en la vertiente contraria al positivismo y las ciencias, lo lanzo directamente a los brazos de la escolástica, ya que como bien sabemos, Decartes creo toda una mecánica de pensamiento para combatir lo que él denominaba la “vetusta escolástica medieval”, lo curioso del caso era que el deseo insaciable de este pensador del siglo XVI por construir un edificio filosófico completamente nuevo, lo llevo a mantener las categorías del pensamiento de los escolásticos muy especialmente las de Santo Tomás de Aquino, esto llevo inevitablemente a Gilson a sumergirse en el estudio filosófico del Doctor Angélico, pero también de otros pensadores de la época como San Buenaventura, con el tiempo el mismo Gilson diría: “En cuanto vi claro que, técnicamente hablando, la metafísica de Descartes no era más que un amaño chapucero de la metafísica escolástica, decidí aprender la metafísica de aquellos que realmente la habían sabido, es decir, de aquellos escolásticos a quienes mis profesores de filosofía podían despreciar libremente, ya que no los habían leído” ( Dios y la filosofía, p. 20.)
Rene Decartes


Después de estudiar las obras de Santo Tomás y a San Buenaventura, se percató de que la vapuleada escolástica poseía una rica veta de especulación filosófica y que esta había sido literalmente silenciada bajo el manto de ser una filosofía impropia de la razón, al parecer los grandes pensadores de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX estaban muy dispuestos a creer en unicornios, en hombres que nacen buenos debajo de una encina, en la dialéctica o en charlatanes que podían predecir el futuro a través de la astrología como Nostradamus, pero no así de la religión y los pensadores medievales por ser estos contrarios a los preceptos sagrados de la razón y las ciencias. Gilson al percatarse que el gran edificio de la filosofía moderna y contemporánea estaba construida bajo cimientos de la antigüedad clásica y medieval entonces se aboco por entero a estudiar este periodo del pensamiento europeo, deseaba desenterrar los viejos conocimientos silenciados o enterrados y luego especular sobre ellos, en otras palabras comenzó a construir en donde Santo Tomás y los demás escolásticos habían quedado.
En 1913, se inicia su trabajo docente enseñando en la escuela Lille, este período docente fue bruscamente interrumpido por el estallido de la Primera Guerra Mundial, al final de esta conflagración retorno a sus clases. La Universidad de Estrasburgo le entregó una cátedra en historia de la Edad Media. Posteriormente su Aula Mater, la universidad de la Sorbona le dio la cátedra de historia medieval y en la École pratique des Hautes-Études de París enseño también historia medieval, en este período comenzó a publicar la revista anual “Archivos de historia doctrinal y literaria de la Edad Media”. Sus conocimientos eruditos de la Edad Media impresionaron al mundo universitario e intelectual de la época, las especulaciones acerca de la filosofía y los pensamientos fueron base para otros investigadores del área.
Pronto su fama de gran medievalista lo hizo conocido en los ámbitos intelectuales tanto de Europa como de América, su gran dominio de los autores escolásticos y de sus fuentes hizo que fuera conocido como un maestro entre los maestros. Fue solicitado para enseñar en diversos países, y desde el año 1926 empezaron sus viajes a Canadá y Estados Unidos. La universidad de Toronto lo invitó a fundar el Instituto de Estudios Medievales, creándose en forma oficial en el año 1929 por inspiración de Gilson. Sus estudiantes extendieron su influjo por toda América del Norte. Entre los cursos dictados en sus viajes se encuentran lecciones magistrales que luego se convertirían en algunas de sus obras de mayor relevancia en el ámbito filosófico: las «Gifford Lectures» en Aberdeen (1931-32), publicadas bajo el título El espíritu de la filosofía medieval, las William James Lectures en Harvard (1936) publicadas como La unidad de la experiencia filosófica, y la inauguración de la Cátedra Cardenal Mercier en Lovaina en 1952, que dio origen a su libro Las metamorfosis de la ciudad de Dios.


En esta vía, Gilson no sólo se conformó con presentar obras de especulación metafísica escolástica como las que hemos mencionado, sino que intento dar toda una visión universal de la metafísica medieval a través de sus obras generales de historia del pensamiento filosófico. En esta área encontramos libros como “La filosofía en la Edad Media”, “Historia de la filosofía medieval” y “El espíritu de la filosofía medieval”. En este mismo contexto encontramos obras monográficas como “La filosofía de San Buenaventura”, “Duns Scoto”, “El Tomismo”, “Introducción al sistema de Santo Tomás de Aquino” y “Santo Tomás de Aquino”. Obras menos conocidas, pero de gran importancia por su nivel de crítica son sus estudios sobre otras etapas de la historia de la filosofía que son “Filosofía moderna: de Descartes a Kant”, y “Filosofía contemporánea: de Hegel al presente”.
A continuación analizaremos el pensamiento de Etienne Gilson, como hemos mencionado anteriormente, Gilson dio un impulso decidido a la filosofía tomista, esto se debió principalmente al hecho, que esta representaba en la práctica según el pensador galo, la última forma concreta de filosofía metafísica real. Antes de la escolástica, sólo habían habido dos pensadores metafísicos, estos eran Platón y Aristóteles; después de la escolástica, no existía ningún antecedente real de metafísica, las ideas de construir mecánicas de metafísica por parte de Descartes, Kant y Hegel sólo había sido un complicado proyecto, lleno de estructuras de ideas sobre el alma, espíritu y el lenguaje, pero que en la práctica no exponía ningún concepto real de metafísica, en otros términos eran unas complejas cajas de cerraduras, llenas de claves y cerrojos, pero vacías en su interior. En este mismo plano y sin decirlo el maestro Gilson, criticaría las ideas de Heidegger o Foucault, por estar vacías de contenido metafísico y solo llenas de complejas ideas sobre la existencia y el ser, pero sin tener la capacidad de conocerlo, dejando un gran espacio de tierras baldías, un vacío existente y existencial, con  una moral flexible, muy flexible, una incapacidad de juicio de ningún carácter y peor aún, con una capacidad asombrosa por parte del hombre de no conocer nada. Gilson presenta como única solución viable la aceptación de la metafísica tomista, pero ésta comprendiéndola como la base para nuevas especulaciones.

A través de la valoración de la metafísica escolástica, Gilson abre la puerta para colocar un problema de vital importancia en la historia de la filosofía, que hasta ese momento parecía estar solucionado o por lo menos así deseaban presentarlo algunos, este problema era la inexistencia de la filosofía en la Edad Media. Toda especulación filosófica parte de la búsqueda del ser y de su sentido, por cuanto en la Edad Media esta búsqueda no se realizó, ya que el pensamiento en este período parte del hecho irrefutable del conocimiento absoluto del ser y del sentido que este tiene. La fe en este caso sería el vehículo de conocimiento y no la especulación racional, en otros términos se partiría del hecho que la fe es la base del conocimiento del ser, por esta razón tanto el medio como el fin estarían fuera de las tierras de la filosofía y dentro del área de la teología; según el pensador alemán Martín Heidegger, uno de los más resueltos exponentes de esta corriente, plantea que fe y razón filosófica son contradictorias entre sí, ya que la filosofía parte de un deseo insaciable de preguntar por el ser, mientras que la fe parte del hecho que conoce la respuesta, por cuanto estas dos fuerzas se anulan entre sí, sin que exista la más mínima posibilidad de unión, Gilson daría una feroz y arriesgada refutación a esta idea expuesta por Heidegger.
Gilson, tomo un camino muy arriesgado como se podrá ver, no solo reconoció la existencia de la filosofía en la Edad Media, sino que arriesgándose aún más dijo resueltamente que existía una filosofía propiamente cristiana, en sus lecturas Gifford, defendió con tenacidad esta postura, exponiendo que si bien un cristiano conocía la existencia del ser y el porqué de este, su especulación radicaba de cómo esta existencia se realizaba y cuáles eran los argumentos del fin del hombre en el universo, era un “Gran Misterio”, que a través de la filosofía y la historia se podría dilucidar, por tanto el hambre insaciable de preguntas filosóficas no llegaba a su fin con el conocimiento del ser, sino que abría una nueva y más compleja puerta para la especulación filosófica, en este punto es importante lo dicho por el poeta Coleridge, cuando resueltamente se permitió decir que la imaginación estaba fundada en un acto de fe, una fe en la capacidad humana de conocer algo cercano a la verdad, ese es el gran misterio de Dios, el hombre sólo es capaz de conocer y especular en una infinitud dentro de lo infinito.
La postura de Gilson, fue la bandera de todos los neo – tomistas, pronto salieron a su encuentro una gran masa de detractores que pensaban que toda idea religiosa, teológica o mística estaba completamente superada en los estudios humanistas. El  historiador racionalista Emile Bréhier, fue uno de los primeros en salir al paso, este historiador aducía que el cristianismo, en realidad, no era una doctrina especulativa, sino únicamente una predicación que exigía un carácter moral o práctico, basada en una verdad absoluta, que era sostenida exclusivamente por la fe.
Emile Bréhier,

La polémica intelectual prendió con rapidez, en 1931 “La Sociedad Francesa de Filosofía” promovió un primer debate en torno al tema de la existencia de una  “filosofía cristiana”, no solo Gilson y Bréhier fueron invitados a debatir, sino que se unió un conjunto de detractores y defensores, entre estos últimos se encontraba el gran Jean Maritain que no podía dejar pasar una ocasión así, ya que su naturaleza lo llamaba a la discusión y a la polémica. El debate no quedo entre las cuatro paredes de los salones universitarios, y pronto fue un punto de conflicto intelectual en gran parte de las aulas universitarias occidentales, además de las revistas y libros. Gilson había dinamizado el mundo intelectual que parecía un monolito de fe en la razón puramente humana y la ciencia; nuevamente hacia su aparición la especulación metafísica a dar la batalla.
En la actualidad se ha llegado a un consenso cada vez mayor entre fe y razón, se ésta intentando llegar a una verdadera síntesis más profunda y especulativa sobre estos términos, claro  que quedan algunos espíritus retrogradas como Michel Foucault, que buscan una defensa desesperada del racionamiento  puro. Lo cierto es que entre las disciplinas filosóficas y teológicas se han llegado a importantes consensos sobre todo en cuestiones antropológicas, después de todo una de las grandes necesidades del hombre es la verdad y esa es su tendencia natural. No es nuestra intensión ahondar más en este punto, pero con lo expuesto creemos que hemos dado cierta luz a cerca de la filosofía cristiana.
Ahora pasemos a una cuestión vital en Gilson, el estudio sobre el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, al cual el pensador galo le dedicó gran parte del tiempo de su vida. En esta materia Gilson hecho luz en tres aspectos fundamentales del tomismo.
En primero lugar, realizó una separación muy conveniente entre el pensamiento del “Buey Mudo y Aristóteles, colocando de manifiesto sus diferencias y exponiendo lo original del pensamiento del Doctor Angélico, recordemos que por mucho tiempo se había pensado que Santo Tomás no tenía nada de original, toda su filosofía era una muy pobre copia de las ideas del estagirita, el pensador galo realizó importantes precisiones en el pensamiento de Santo Tomas, demostrando largamente que Aristóteles solo servía para reafirmar ideas que el Buey Mudo ya tenía en materia de metafísica y ética.

En segundo lugar, expuso la diferencia de los sistemas de los diversos pensadores medievales, hasta su época era muy común colocar en un mismo saco a San Agustín, San Buenaventura, Duns Scoto, Santo Tomás de Aquino. Gilson colocó de manifiesto las grandes diferencias de cada uno de los pensadores medievales, si bien es cierto que cada uno de ellos parte del mismo principio, todos ellos siguen caminos y fines totalmente distintos entre sí, con esta demostración les devolvió  una originalidad que se les había quitado por el tiempo y las síntesis que se había realizado a cada uno de los filósofos medievales.
En tercer lugar, y no menos importante, realizó una separación distintiva entre Santo Tomás y sus posteriores comentadores, de esta manera saco todo aquello que el Aquinate nunca había dicho, pero que se daba por hecho que lo había expuesto, debido a la tradición o la fuerza de sus comentaristas, como es el caso del español Suarez en materias de derecho natural. Gilson expuso que el mejor tomismo es aquel que va directo a la fuente. Desgraciadamente, la crítica de Gilson a los comentaristas está muy reducida a un solo punto y este es “la existencia del ser”, se ha dicho mucho que Gilson en su deseo de defender la pureza del pensamiento metafísico de Santo Tomás dejo a muchos grandes pensadores e intelectuales fuera del círculo tomista, se ha comentado en forma irónica que bajo el juicio de Gilson, solo Gilson era el único comentarista del Aquinate reconocido.
Uno de los temas que apasionaban a Gilson y creía que era importante para una mejor comprensión de la importancia de la filosofía medieval y tomista en particular, era el concepto del “SER”. Para estudiar este complejo tema, Gilson lo abordo desde un punto de vista filosófico e histórico, dos áreas del conocimiento que el pensador galo manejaba ejemplarmente.
El primer problema que aborda Gilson es como el hombre comprende el “Ser”, el hombre tiene una experiencia permanente del ser en toda su grandeza e infinidad, pero si bien tiene esa experiencia cotidiana, no reflexiona sobre este punto, sino que lo da por hecho, por lo que pierde la esencia de la certeza. Por lo que el hombre debe volver a su compenetración con el ser a través de la intelectualidad y la sensibilidad. Por tanto todo acercamiento con el ser inevitablemente lo empujara a una metafísica especulativa.
Este último punto que nos parece tan lógico y práctico ha sido arrebatado al hombre, el quiebre se encuentra en la pérdida del camino especulativo filosófico y moral; esto a juicio de nuestro autor es producto del doble quiebre de la cultura occidental en el siglo XVI, a través de las “revoluciones científica y religiosa”. En otras palabras occidente perdió su camino abrazando exclusivamente la técnica como único elemento de progreso, por una parte y creando constantemente nuevos referentes ideológicos para llenar el terrible vació existencial, en palabras de Gilson: “las condiciones caóticas de la filosofía contemporánea, con su correspondiente desbarajuste moral, social, político y pedagógico, no se deben a falta de perspicacia filosófica por parte de los pensadores modernos, sino que se origina, sencillamente, en el hecho de que hemos errado el camino, por habernos olvidado de ciertos principios fundamentales que, por ser verdaderos, son los únicos en que puede basarse, lo mismo ahora que en tiempos de Platón, todo saber filosófico digno de tal nombre (Étienne Gilson, Dios y la filosofía. p. 21).
La pérdida de la especulación del ente en cuanto tal es asombrosa y peligrosa al mismo tiempo, ya que por un lado crea la sensación mágica de la “nada” como base de la existencia y partiendo de esto se crea un edificio en el cual todo es nebuloso y difuso, basado claro está en una falsa moral de la tolerancia y la aceptación de lo diferente. Para sustentar esta idea de la nada se ha construido una falsa metafísica basada en supuestos silogismos, solamente imaginativos del lenguaje y la idea, pero esta concepción metafísica resulta tan falsa como su base de apoyo, la nada, en otros términos el nihilismo en su máxima expresión.
La oposición al nihilismo contemporáneo viene de la mano como lo expresa Étienne Gilson desde una perspectiva de síntesis, entre la unidad de la esencia y existencia, tal y como lo señaló Santo Tomás de Aquino, por esta razón Gilson realiza un gran esfuerzo por sacar la médula del pensamiento tomista, lo que él denomina la  metafísica existencial, la cual fija su estudio en el acto del SER.
           No ha sido poca la contribución de Étienne Gilson al desenterramiento de la metafísica y la recuperación del conocimiento cristiano para nuestro tiempo; el esfuerzo del gran movimiento intelectual inglés, francés, español y de otros más, dio las bases para un estudio sistemático de la vieja tradición medieval, tan vapuleada y despreciada desde la ilustración hasta nuestros días. Personas como Gilson tuvieron la suficiente entereza y fuerza para oponerse al movimiento a – histórico de la razón y devolverla en parte al sendero de la historia. Cuando no existe la unión entre fe y razón un vació se introduce en el alma de la cultura corrompiéndola lenta y pausadamente y cada solución que no implique tal unión, 

jueves, 6 de abril de 2017

UN ACERCAMIENTO AL LOBO ESTEPARIO : ENSAYO SOBRE EL HUMOR





PARA LA RISA
UN ACERCAMIENTO AL LOBO ESTEPARIO

UN TRABAJO REALIZADO
EN CONJUNTO CON MI ESPOSA
CAROLINA, TODA MI VIDA. 


Uno de los elementos más distintivos del hombre, es la risa, incluso antes de su capacidad de racionar, la risa ya estaba presente en el hombre, por este motivo  muchos filósofos y escritores se han visto arrastrados a este campo irremediablemente.
En “El lobo estepario”, Hermann Hesse nos introduce al tópico de la risa, una risa que trae más que solo eso, sino también toda la problemática existencial del hombre: el enfrentamiento de la racionalidad Socrática, fría, calculadora, que todo lo busca explicar y analizar a través de complejas teorías y formulas, para llegar a respuestas universalmente validas e irreprochables, pero esto mismo provoca que el hombre pierda la perspectiva de la vitalidad instintiva de su existencia, dejando de lado  un polo esencial que es lo dionisiaco, como elemento despertador de las fuerzas internas del “ethos” humano, esa energía vital, loca y ditirámbica, que esta inmersa en la tragedia griega, que solo se puede expresar a través de lo poéticamente lúdico, esa risa que despierta al super - hombre cuando toma conciencia de que “Dios ha muerto” y el hombre por fin se libera de las ataduras de la moralidad decadente socrática - cristiana.  Esto es lo que desea despertar el “loco de atar” de Nietzsche, vitalidad que nuestro filosofo aprendió de “La voluntad como principio del mundo” de Shoppenahuer, el cual nos decía que el principio rector de la risa estaba en la incongruencia de los actos humanos, pero Nietzsche profundiza más que su congénere.

Henri Bergson

Hermann Hesse,  al igual que el francés Henri Bergson,  nos plantea la necesidad de la risa como medio de socialización, existe claro esta una diferencia sustancial entre ambas concepciones, para el pensador francés, la risa es un motor generador de la moralidad, es un elemento más bien rígido que sirve al hombre para entrar en la recta vía de la existencialidad social. En cambio para Hesse la risa trasforma al individuo en un ser humano y a partir de esto en un ser social, por que aprende a conocer su existencia y valorarla, por ello,  Hesse está más cerca de Nietzsche que de Bergson en este punto.
Nikos Kazantzakis en su libro “vida y obras de Alexis Zorba”, obra de madurez, escrita en 1942 - 43. Nos plantea postulados semejantes a los de Hesse: el choque y agotamiento, crítica a la civilización occidental, la cual esta fundada en el exceso de racionalidad. K es el personaje que cumple con estos elementos antes mencionados al igual que Haller, la única y sustancial diferencia es que la racionalidad para Haller es un sino trágico de amargura existencia, mientras que para K, es una forma de restringir sus sentimientos. El segundo problema es la necesidad de ambos protagonistas de alterar y resistir los hechos, hay un desvanecimiento vital, por ello ambos, desean escapar.  Nikos y Hesse  plantean la necesidad de un remedio para este problema enfocandose en una irrupción, con una visión de colisión por medio del despertar de fuerzas vitales, irracionales, sensibles, de una acepción gozosa de la realidad, de una aproximación natural con la vida, osea la risa, pero para llegar a ella, el camino debe ser el baile, primer punto liberalizador del hombre.    

Zorba el Griego (escena de la Película    

El hombre y el lobo se presenta como uno de los eternos elementos duales en Hesse. Harry Haller es un ser formado por una parte animal, deseosa de sangre, que desea destruir los elementos estáticos y mediocres de una sociedad auto satisfecha, basada en el placer material de las maquinas, el hombre burgués, el hombre esclavo. La otra parte de esta dualidad en la que se clasifica como su hombre, es decir el burgués que lleva adentro queriendolo o no, que vive una compleja contradicción, debido que se ve a sí mismo como un ser que esta fuera del mundo, pero al mismo tiempo dentro de este. De esta forma, este es el elemento que se convierte en la tragedia de la existencia de nuestro protagonista, impidiendole la capacidad natural de todo hombre de ser feliz. 




El humor como elemento
 Humanizador

La perdida de los sagrados vínculos humanos, aquellos que habían mantenido unido al hombre con el Todo, se rompieron irremediablemente  al finalizar el  siglo XV.  Martín Lutero, más que martillar las noventa y cinco tesis en las puertas de la catedral de Watterburg, lo que realmente realizo fue martillar la otrora unión mágica del Occidente cristiano y fraccionar esta hasta lograr su completa separación. Entonces el destino trágico, que durante toda la Edad Media había estado sujeto se hizo presente con la fuerza y brutalidad que sólo el espíritu germano podía expresar, puesto que nuevamente habían desatado al lobo Fenrri,  el que estaba presto a devorar a los dioses y a los hombres.

Nikos Kazantzakis

La tragedia del hombre moderno es la tragedia de la existencia, tragedia que se ha ido agudizando a medida de que el hombre a abrazado la técnica por sobre el espíritu. Este es un fenómeno propio de la sociedad de masa, el hombre “difuso” y burgués, deseoso de las comodidades que le otorgan sus maquinas, complacido en si mismo, un hombre temerario que a tenido el valor de destruir todo lo sagrado de la cultura, contaminandolo con su infinita complacencia, a tenido la desfachatez de controlar hasta el poder político y religioso como nos diría el preclaro  filosofo español José Ortega y Gassett en su libro “La Rebelión de las Masas”. Este es el verdadero problema que enfrentan los pensadores y escritores del siglo XX en adelante, este hombre que se ha ido perdiendo en una falsa individualización, cuando en la práctica se ha vuelto un esclavo de sus necesidades de masa, por que ha  a tomado una conciencia de rebaño. En esta creciente perdida de humanidad,  es donde se ha levantado Hermann Hesse como un bastión para que el individuo reflexione sobre su posesión nihilista y le ha mostrado una salida a este problema.
   En relación con lo antes mencionado, Hesse nos presenta al lobo estepario, un hombre  que esta encarcelado entre la racionalidad pura y el misticismo, lo que le ha provocado irremediablemente la pérdida de humanidad, ya que lo alejado de su estado  natural,  el ser un animal social como nos lo diría el estagirita. Este hecho le ha provocado a nuestro lobo el ver la vida desde una perspectiva absolutamente racional analítica, haciendolo tomar conciencia del estado nihista en que se encuentra la sociedad en la que él esta inmerso, queriendolo o no. Este es el verdadero tormento existencial del  protagonista, Harry Haller, que lo ha invitado a transformarse en un ente a-social y, por ende, en un ser a-humano, convirtiendo él  mismo su vida en una existencia absurda y vacía.


Harry Haller llega a este punto extremo de su existencia a partir de su observación analítica del comportamiento social de su entorno, en el que este último se manifiesta como una metáfora de la técnica, una sociedad industrializada, que al igual que  las maquinas,  realiza acciones rutinarias, frías y mecánicas sin cesar. Esto se puede observar, como ejemplo, en la siguiente cita: “..., ése a de estar muy contento con estos días normales y mediocres como el de hoy; lleno de agradecimiento se sentara junto a la amable chimenea y con agradecimiento comprobara, al leer el periódico de la mañana, que no se ha declarado ninguna nueva guerra ni se ha erigido en ninguna parte ninguna nueva dictadura, ni se ha descubierto en política ni en el mundo de los negocios ningún chanchullo de importancia especial; con agradecimiento habrá de templar las cuerdas de su lira enmohecida para entonar un salmo de gratitud mesurado, regularmente alegre y casi placentero, con el que aburrir a su callado y tranquilo dios contentadizo y mediocre...” ( p 94). Esta rutina propio del hombre burgués es la que enloquece a Haller, quien se va progresivamente desilusionando de la vida en la que no encuentra ningún sentido, incluso de la que se siente asqueado y absolutamente superior. Sin embargo y pese a su distanciamiento con respecto al hombre social, Harry Haller, que no puede ir en contra de su naturaleza social, manifiesta una necesidad inconciente de relacionarse y sentirse participe con el resto de la humanidad.  Reiteradamente lo intenta, pero siempre choca con el muro del racionamiento, que lo lleva a odiar fervientemente a tal punto que solo ve como salida romántica a su problema el suicidio.

Debemos aclara que lo explicado anteriormente, con respecto a nuestro protagonista y a su  irreconciliable relación con la humanidad que lo circunda, es la visión que éste proyecta tanto de su propia existencia como de su puesto en la sociedad, puesto que, en realidad, Harry no es  más que otro burgués, por que por sobre todas las cosas ama  la vida, la existencia fácil, cómoda y digna, se ve así mismo como un profeta fuera de toda existencia mundana, pero en la practica es sólo un elemento más dentro del sistema burgués al que tanto rechaza, así lo demuestra la obra: “Es verdad que este inteligente e interesante señor Haller había predicado buen sentido y fraternidad humana; había protestado contra la barbarie de la guerra, pero durante la guerra no se había dejado poner junto a una tapia y fusilar, como hubiera sido la consecuencia apropiada de su ideología, sino que había encontrado alguna clase de acomodo, un acomodo naturalmente muy digno y muy noble, pero, de todas formas un compromiso. Era, además, enemigo de todo poder y explotación, pero guardaba en el Banco varios valores de empresas industriales, cuyo intereses iba consumiendo sin remordimiento de conciencia” (pp 104). Esta visión que él se había formado cómodamente de si mismo, lo llevaba irremediablemente a mantener esquemas establecidos, para poder mantener su concepto de hombre critico y sufrido, por culpa de la sociedad. Es por esta razón que no soportaba que se cambiara la imagen  idílica de su héroe preferido: Goethe, por que era un espejo de sí mismo, cambiarla implicaría necesariamente romper su prototipo de sí.
La extrema racionalidad con la cual Harry observa la existencia día a día, como dijimos anteriormente, lo lleva a sentirse un ente extraño y ajeno en el sistema, un ser solitario que camina  por un mundo vacío, un ser de la estepa, es Sócrates resucitado, un hombre teórico que pretende a través de la razón comprender todas las mecánicas de la existencialidad . Este sentimiento es el que no le da la oportunidad de ser feliz, solo le da el espacio de sobrevivir en la profunda amargura, lo ciega, y le deja como única salida su propia muerte, por ello debe acercarse  a lo dionisíaco, a lo ditirambico.

Entonces en ese momento de oscuridad plena, Harry choca con la solución a este conflicto existencial con la sociedad. Este episodio se manifiesta después de su fallida visita a casa del profesor,  otrora gran amigo suyo, que en  otros tiempos habían compartido muchas concepciones acerca del progreso ilimitado del conocimiento del hombre. Durante esta visita intenta por todos los medios posibles encajar en los modos y costumbres, sin embargo, termina por arruinarlo todo, puesto que su parte estepárica de hombre extraviado lo empuja a rechazar la convivencia con sus pares nuevamente, proyectándose hacia su antiguo camarada como un individuo profundamente desagradable. A raíz de esto, escapa de forma abrupta de la casa del profesor, en ese momento en que solo la muerte parece ser la solución de su problema, penetra en un bar, El Aguila Negra, lugar físico que representa la parte olvidada de su ser.   Es en ese instante mágico cuando se ve frente a su naturaleza perdida, la jovialidad, pero él no se da cuenta de este hecho, por su incapacidad de dejarse llevar por los sentimientos. En su estado agónico por primera vez en mucho tiempo hace algo instintivamente, se sienta al lado de  la figura de una bella mujer, Armanda,  que es la prefiguración de la infancia de Harry, esa época  de su vida en la cual podía soñar, cantar, bailar... ser feliz. “Armanda me estaba demasiado cerca, era mi camarada, mi hermano, era mi igual, se parecía a mi mismo y se parecía a mi amigo de la juventud, Armando, el soñador, el poeta, el compañero de mis ejercicios y correrías espirituales” (pp 102).   Este reencuentro inicial es dramático, ya que su espíritu calculador y analítico se enfrenta al humor, que es presentado aquí como lo puramente instintivo, puesto que posee una vitalidad única, pero por sobre toda las cosas, tiene la capacidad de liberar y  reunir al hombre con otros de su especie.
La introducción a esta jovialidad infantil perdida del autor se debe realizar por uno de los primeros lazos vitales del humor: el baile.  Haller no sabe bailar, por lo cual,  no sabe expresar sus sentimientos más puros, por ende, esta se transforma en  la primera tarea de Armanda, que debe y desea  recobrar ese espacio de expresión lúdica, porque como muy bien dice ella: “aprender a bailar, para aprender a reír, para aprender a vivir”.

Armanda a parte de introducir a Haller al baile y por extensión al humor, le presenta dos amigos muy cercanos de ella, María, que simboliza la pasión lujuriosa, y Pablo, el que representa los instintos más reprimidos moralmente. Estos dos personajes coayudaran a Armanda a guiar a nuestro protagonista por un viaje de liberación vital. No en vano María es una mujer joven y hermosa que tiene una relación puramente sexual con Haller, sin ataduras,  mientras que Pablo es el ritmo, es el desprecio por todo lo rígido e inflexible de las normas sociales, el es la música divertida y evasiva, en contra posición a la música mística y docta que había acompañado por largo  tiempo a Haller.
En los siguientes días, de haber conocido Armanda y sus amigos, Haller va descubriendo lentamente esta humanidad perdida, aprende a bailar extraños y excéntricos ritmos, a sostener una relación de amante, a tener conversaciones banales y sin un sentido racional. Armanda pide como compensación de su accionar el que la asesine después que se haya enamorado de ella.
El punto culminante de este proceso de socializador es el baile de máscaras, la máscara es el elemento que tiene como función el cubrir todo  prejuicio moral, los miedos, las culpas sociales, el hombre pierde su individualidad para convertirse en parte de un todo más general, la sociedad, el hombre se vuelve un anónimo en esta masa. Cuando ingresa a la fiesta no se encuentra en su medio, ya que todos se divierten y bailan, Haller se aterroriza de no poder encajar en este medio e intenta encontrar a Armanda o María para poder adaptarse, pero no lo hacen, cuando estaba a punto de marcharse derrotado, entonces Armanda le envía un mensaje:

“ESTA NOCHE, APARTIR DE LAS CUATRO, TEATRO MÁGICO
-SOLO PARA LOCOS-.
    LA ENTRADA CUESTA LA RAZÓN.
NO PARA CUALQUIERA. ARMANDA ESTÁ EN EL INFIERNO”.

Este mensaje nuevamente lo introdujo al mundo del humor, el mundo de la sociedad, se encontró con María con la cual bailo y paso junto a Pablo el cual lo a lento a impregnarse más y más de la atmósfera del lugar, finalmente baja al infierno y se encuentra con Armanda que esta personificando a un joven. La conversación lo volvió a los años simples de la niñez, a aquella etapa donde todo lo simple es importante, ya que esta impregnada con el amor más profundo; la risa fue el elemento aglutinador. El juego de esta fantasía por fin lo habían vuelto un ser humano.
Pero este momento  lúdico y fantástico, se perdió en el momento en que su personalidad racional que había sido adormecida por esta fiesta de mascara volvió a surgir. Haller comprendió que la sociedad industrial, las maquinas volvieron a imponerse en su ser, lo afixiaba, las maquinas frías han destruido al hombre “Por las calles corrían los automóviles a toda velocidad y se dedicaban a la caza de los peatones, los atropellan haciendolos papillas, los aplastaban horrorosamente contra las paredes de las casas. Comprendí al punto: era la lucha entre los hombres y las maquinas, preparada, esperada y temida desde hace mucho tiempo, la que por fin había estallado.”(pp 169) La técnica se ha divorciado del Ser, el hombre había perdido su unión con la naturaleza, las maquinas que en un principio servirían para conquistar el mundo, que harían al hombre como dioses, en la práctica lo ha transformado en un esclavo: esa es la sociedad burguesa.
Finalmente se debe enfrentar a su deber, Armanda debía ser asesinada por él, encuentra a Armanda y a Pablo, fríamente le entierra el puñal y la sangre fluye, Haller, ve como pierde lentamente  el humor, lo asesina con su puñal de racionalidad. Haller debe ser castigado por no haber podido aceptar su capacidad de reír, de amar, de bailar. El humor nunca penetro en su ser completamente, por ello su castigo sería vivir, vivir eternamente, por que la verdadera tragedia de su existencia no es el morir, sino el no poder morir y colocar fin al calvario que es la existencia infinita sostenida por la racionalidad fría, hasta claro esta, que aprendiera a reír es el fantástico teatro mágico que es la vida.   
       
Es importante adentrarnos al  concepto de humor  que nos presenta Hermann Hesse en la obra “El lobo estepario”, el humor es para Hesse un vinculo de unión entre el hombre y la sociedad, entre el hombre y su humanidad. Por ello este humor es vital y mágico, parte desde la experiencia lúdica  infantil, donde nada es serio, donde los mundos se construyen y desconstruyen al antojo de su creador. Esta experiencia vital, puede perderse producto de un racionalizar todo al llegar a la vida adulta, el creer que la seriedad es sinónimo de sabiduría, como queda graficado en el dicho popular “la risa abunda en la boca de los tontos”; Hesse se opone a este proceso, nos dice que no existe algo más serio que la risa misma, que el camino de la sabiduría necesariamente pasa por simplificar, todo lo complejo, por ello para poder enfrentar la existencia social, compleja, decadente, fría, desilusionante, etc., se debe necesariamente utilizar el humor, nada más gratificante y placentero de reír de sí mismo y del resto. Este punto queda clarificado: “ Hijo mio, tomas demasiado en serio al viejo Goethe. A los viejos, que ya se han muerto, no se les puede tomar en serio, eso seria no hacerles justicia. A nosotros los inmortales no nos gusta que se nos tome en serio, nos gusta la broma. La seriedad, joven, es cosa del tiempo; se produce, esto por lo menos quiero rebelártelo, se produce por una hiperestimación del tiempo, por eso quería llegar a los cien años. En la eternidad, sin embargo, no hay tiempo y como vez, la eternidad es solo un instante, lo suficientemente largo como para una broma”.   Es clarificador este punto acerca del tiempo, el hombre a medida que avanza en  edad siente más cercana la muerte y más seriamente se toma su existencia, cuando en la práctica, la vida es humor, por que este es vida.
El humor socializador que nos propone Hesse, es el tipo que se conoce como  humor negro, es decir, humor irónico, ya que es una forma de hacerte enfrentar y aceptar la vida tal es: con la grandeza y decadencia que tiene. El humor negro tiene esa característica de unirte al resto de la humanidad, lograr que seas uno más de ellos, porque participas del mundo y  no te permite convertirte en un ser victimario de sus consecuencias “Y  lo mismo da que fuese todo ello alta sabiduría o sencillísima candidez. Quién sabía vivir de esta manera el momento, quién vivía de este modo tan actual y sabía estimar tan cuidadosa y amablemente toda pequeña flor del camino, todo minúsculo valor sin importancia del instante, este estaba por encima de todo y no le importaba nada la vida” (pp 143).
El humor se hace presente a través de la risa, aquella risa oscura, contradictoria, complicada fuerza que empuja al hombre más allá de la lógica, a la inconmensurable pasión impetuosa; la risa es un elemento que aun no se ha racionalizado, o sea esta en un estado puro y primigenio, por ello están humana y por ello hace que el hombre sea un ser humano, no en vano el único animal que ríe es el hombre, Haller es un ser que ha perdido esta capacidad, es un ser que no es hombre y por ello su naturaleza lo condena a lo que más teme  “Nosotros, por ello, condenamos a Haller al castigo de la vida eterna y a la perdida por doce horas del permiso de entrar en nuestro teatro. Tampoco puede remitirsele al acusado la pena de ser objeto por una vez de nuestra risa. Señores, atención: A la una, a las dos, ¡a las tres!”.       
Finalmente debemos comprender el humor como un  además de ser un agente socializador, es un elemento liberador, porque extrae desde lo más profundo del alma humana todo aquella fuerza vital, que nos permite darnos cuenta a cabalidad que estamos vivos.