EN LAS ARENAS DE ARRAKIS

sábado, 8 de julio de 2017

SANTO TOMÁS DE AQUINO: EL ESPÍRITU DE OCCIDENTE




SANTO TOMÁS DE AQUINO: EL ESPÍRITU DE OCCIDENTE

       Escribir una biografía de un filósofo no parece materia muy complicada en apariencia, si nos ajustamos a su vida puramente material, debido a que su existencia es profunda en lo especulativo, sin lugar a dudas, pero singularmente monótonas en lo cotidiano, creo que para muchos filósofos su gran problema es que corbata usar, si es que usa una, o como exponer un temas en clases. Este punto queda claro para todos aquellos que se dedican a realizar biografías de filósofos, como por ejemplo el inglés Copleston en su ya clásica “Historia de la Filosofía” menciona en el capítulo referente a Inmanuel Kant que si no fuera por las ideas de este último, su biografía se reduciría a una plana. El problema se establece que la vida de un filósofo no solo es lo cotidiano, sino que la suma de sus pensamientos, que será lo medular y por esta razón se debe ingresar en materias muy espinudas y complejas, que además son interpretativas y que dicho sea de paso pueden llenar miles y miles de páginas. Por esta razón, no menor, que las introducciones y biografías se vuelven complejos libros donde más que hechos tangibles y vivenciales, los autores se lanzan a una cabalgata en potros desbocados para poder explicar las fibras más finas y complejas de la idea de un autor y en muchos casos, mejor que el autor mismo cabe señalar. Es en este justamente, desquiciado punto que nos proponemos a realizar nosotros, hablar de un filósofo y explicar sus ideas como si fuera él mismo, un gravé pecado de soberbia creo, pero que nuestro filosofo sabrá perdonarme, ya que es un santo, aunque creo que los lectores menos santos no serán tan indulgentes.
Fedrerick Coplestón
       La regla antes mencionada se aplica muy bien al filósofo objeto de nuestro estudio en cuestión, que es el ya muy legendario Tomas de Aquino para algunos y para otros Santo Tomás, para el caso de esta exposición da exactamente lo mismo. Antes de iniciar nuestro viaje de estudio deseo prevenir al lector que entre estas páginas no encontrara casi nada nuevo, ni original sobre el aludido filósofo, y esto, no es por falta de mérito o de estudio por parte del autor, sino que la gran cantidad de biografías y estudios en diferentes lenguas sobre el aludido Santo – Filosofo hace prácticamente imposible aquello, debido a que siempre habrá alguien que haya expuesto antes y magistralmente esperó los frutos de que aquí también se exponen. Por tanto, nuestro trabajo es una verdadera síntesis de estudios, investigaciones y análisis de diversos autores, incluyendo obviamente al objeto de este texto.
       En los vertiginosos cambios en la filosofía del siglo XVII y XVIII habían hecho casi desaparecer la figura del sabio italiano de las aulas universitarias y de los textos de estudio, aún más la percepción que se tenía del movimiento filosófico medieval conocido como la “Escolástica”, era por esencia malo, oscurantista y teocéntrico que sobrepasaba la línea del fanatismo, así quedo expresado en pensadores como Descartes, Spinoza y Kant, a este respecto nos dice Étienne Gilson “Filosofía y Teología pueden hallarse en un estado de distinción más o menos clara, pero nunca estarán separadas. Cuando se empezó a interpretar su alianza como sospechosa promiscuidad, fue cuando acaeció la caída de la cultura medieval” (La unidad de la experiencia filosófica” p 87. Editorial RIALP. Madrid. 2004). Por tanto el estudio de Santo Tomás al iniciarse el siglo XIX era inexistente por completo, solo algunos vetustos teólogos católicos lo leían, más por penitencia que por placer.
       El siglo XIX no auguraba mejores auspicios para el estudio de la escolástica, menos aún para Santo Tomás, ya que occidente estaba sufriendo vertiginosos cambios sociales, económicos y políticos, que representaban problemas mayúsculos. Es en este mundo positivista e industrial del siglo XIX, donde renace las ideas del Aquinate de la mano de aquellos mismos que lo habían lanzado al olvido por oscurantista, la Iglesia Católica y las universidades. El legendario papa León XIII, aquel que ha ganado fama en la historia por impulsar la doctrina social de la Iglesia a través de su ya clásica encíclica Renum Novarum, él es también el responsable directo de desenterrar los libros medievales e incitar sus estudios, ya que a través de su encíclica, que no es clásica como la anterior, llamada Aeterni Patris lanzada al mundo en 1879, expuso la necesidad por parte de la intelectualidad católica de volver sobre las bases filosóficas y teológicas de la iglesia, para poder hacer frente a los problemas ético, político e intelectual del siglo, consumido por un nihilismo emergente que se nutre del positivismo, el vitalismo, el materialismo histórico y el existencialismo, que llevaban la delantera en la explicación y solución de los problemas del siglo.
León XIII
       Este espaldarazo realizado por su Santidad a las raíces filosóficas de la iglesia, motivo que se reimprimieran las obras medievales, se abrieran espacios para el estudio de las ideas filosóficas escolásticas en las aulas de las universidades pontificias y católicas del mundo. Lenta y pausadamente se comenzó a observar que el movimiento generado por León XIII comenzaba a dar frutos.
       El fin del siglo XIX también marco el renacimiento de una poderosa corriente de filósofos católicos e intelectuales que iniciaron la renovación de las especulaciones antropológicas, metafísicas, morales, sociales y políticas, otra vez volvía el “Buey Mudo” a bramar, pero quien es este santo y filósofo, es el motivo de este ensayo que a continuación veremos.
       Santo Tomás de Aquino nació dentro del seno de una de las familias más aristocráticas de la Italia meridional. Su padre, el conde Landolfo de Aquino, estaba emparentado por línea paterna con la casa reinante del Sacro Imperio Romano -Germano, ya que su abuela Francisca de Suabia era hermana de Federico "Barbaroja" y por el lado de su  madre, la condesa Teodora de Theate, su linaje se mezclaba con la sangre de los orgullosos normandos, que dominaban el reino de las Dos Sicilias. El lugar de su nacimiento fue en el castillo familiar de Roccasecca, fortaleza que se encontraba muy cerca del pequeño pueblo de Aquino (Gilson, Etienne. La Filosofía de la Edad Media. Pp 138), en la región de Nápoles. Se cree que la fecha en la cual vino al mundo estaría entre 1224 o 1225.
       Desde muy joven sintió inclinación hacia los estudios religiosos. Se cuenta una anécdota acerca de este último punto: cierto día en que su nodriza lo estaba bañando, el pequeño Tomás tenía el puño cerrado, cuando la nodriza intentó que abriese la mano, el niño se lo impidió, su madre que era una mujer muy enérgica lo obligó a abrir la mano, de la cual cayó un trozo de pergamino en el que estaba escrito la salutación angélica (Maritain, Jacques. El Doctor Angélico. Debedec. Buenos Aires. 1942. P24), por ello, sus padres deseosos de juntar esa inclinación a la religiosidad con los móviles políticos familiares, decidieron enviarlo al monasterio de Monte Casino, uno de los centros religiosos más importantes de la baja Edad Media. Una de las cosas curiosas de las relaciones políticas de la época fue que el conde de Aquino, un año antes de presentar a su hijo en el monasterio (1230), lo había sitiado a viva fuerza. Estos acontecimientos estaban enmarcados con las disputas entre el papado y el emperador germano.
       Como dijimos, Tomás ingresó a los cincos años al monasterio en calidad de oblato, donde fue educado bajo el patrocinio de su tío, el abad Sinibaldo. En este recinto, recibió sus primeras lecciones, demostrando desde el primer momento una capacidad enorme para estudiar cuestiones de enorme complicación y para las especulaciones teológicas. En la soledad de los muros del monasterio, el niño Tomás templó su carácter silencioso y de profunda meditación que lo acompañaría toda su vida (Grabmann, Martín. Santo Tomás de Aquino. Labor. Barcelona. 1945. p 9).
       Después de pasar una decena de años en el monasterio, fue enviado un corto tiempo con su familia (Gilson, Etienne. La Filosofía de la Edad Media. Gredos. Madrid P 138), para luego entrar a la Universidad de Nápoles, centro que irradiaba cultura en las regiones meridionales de la Italia. Esta Universidad fue fundada por el emperador germano Federico II. En este prestigioso centro de educación, se incorporó a los estudios de Artes liberales. En la rama de éstas que formaban trivium (gramática, retórica y dialéctica) fue su profesor el maestro Martín. En la rama del quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música) tuvo como maestro a Pedro de Iberia; de este último maestro recibió sus primeras lecciones de Aristóteles, ya que Iberia había realizado algunos comentarios sobre el pensamiento del estagirita. Como es obvio de comprender, Santo Tomás pasó las lecciones mostrando gran talento intelectual, también sus virtudes se fueron templando con esta permanencia en Nápoles.

Santo Domingo de Guzmán
       Durante su estancia en la Universidad, se colocó en contacto directo con la Orden de mendicante de Santo Domingo (La orden Dominica, fue fundada por el clérigo español Santo Domingo de Guzmán, hacia el año 1220. El principal objetivo de la orden fue la evangelización y la predica contra la herejía de los "Cataros" o "Albigenses", que se habían hecho fuerte en la región del mediodía francés. Por esta razón la congregación tenía una inclinación natural a la formación intelectual de los miembros de su colectividad. Los conventos dominicos se convirtieron en grandes centros de "studium generale"). La magia y la fuerza espiritual de esta orden rápidamente ganaron al joven Tomás, que ingresó a ella con toda la fuerza que entrega esa vitalidad propia de su edad. Debemos en todo caso tener en cuenta que la vocación es una cuestión enigmática y que es muy difícil de dilucidar a través de parámetros puramente racionales, sino más bien, mediante un acercamiento místico con el Absoluto - Dios. En sus primeros pasos en la orden, fue guiado por el sacerdote Juan de San Julián, el cual fue una luz que resplandeció en los difíciles momentos iniciales de la vocación. Finalmente recibió el hábito de Dominico de manos del Prior Tomás Agni, en la iglesia de Santo Domenico, Mayor de Nápoles. Pero esta decisión no fue del querer de su familia, que veían como el hijo menor destruía un esplendoroso futuro como Abad de Monte Casino, y de pasada les echaba por tierra todos los planes políticos que tenían con este nombramiento y a pesar de la muerte del cabeza de la familia, su madre, la condesa Teodora, decidió tomar cartas en el asunto.
       Como se comprenderá por lo antes dicho, la reacción familiar fue durísima para con el pobre Tomás. El jefe de los dominicos, Juan “el Teutónico”, decidió colocarse en camino de la ciudad de París junto a todos los jóvenes frailes de la orden, donde esperaba que todos ellos continuasen sus estudios superiores, pero también tenía la secreta intención, comprendida por todos, que "el buey mudo" debía alejarse de la presión de su familia (Maritain. El doctor Angélico. Pp 27). Pero la aventura duró muy poco, ya que a la altura de la provincia de Toscana, en el campo de Acquapendente, donde se encontraba acampando el emperador, también estaban los hermanos de Tomás, por lo cual la condesa Teodora dio la orden por medio de su bendición de tomar prisionero al fraile fugitivo, que en este caso era su hijo. Una partida de hombres, encabezada por Reinaldo (un favorito del emperador) y los hermanos de Tomás lo tomaron prisionero y lo llevaron atado de vuelta hasta la casa paterna. Acerca de este hecho Chesterton nos dice en su peculiar biografía de Santo Tomás:"Así, al menos, caminaban aquellos tres hermanos extraños por las huellas de su trágico camino, atados juntos como criminal y policía, con la notabilidad que los criminales hacían el arresto" (Chesterton, G. K. Santo Tomás de Aquino. Espasa - Calpe. Madrid. 1985. Pp 56).
       Lo encerraron en las mazmorras del castillo familiar, dedicándose a todo género de tormentos, para poder destruir esa estúpida idea de ser dominico. Para tratar de quitarle el hábito introdujeron una mujer de muy poca reputación para que lo sedujera. La reacción contra ambas acciones fue propia de su temple; luchó de tal forma contra sus hermanos, que debieron dejarle sus vestiduras, mientras que la reacción contra la cortesana produjo la acción contraria a la seducción, ya que tomando un garrote incandescente y profiriendo toda suerte de gritos, logró espantar a la pobre mujer. Como hemos visto, ninguno de los tormentos dio resultados en esa roca de voluntad, en la cual se estrellaron las acciones viles de sus hermanos.

Jacques Maritain
       Durante su forzosa estancia en Roccasecca, sigue manteniendo inalterable su espíritu religioso, conserva las prácticas monasteriales de su orden; lee la Biblia e instruye a sus hermanas en las sagradas letras, en particular a su hermana Marotta, la cual termina por ingresar a la orden de San Benito. Su madre, que como buena madre deseaba lo mejor para su hijo, y en este caso lo mejor era ser monje, tomó partido finalmente por él, decidió ayudarlo a evadirse de aquel penoso lugar y en 1245, un año después de haber ingresado a la orden mendicante, recupera su libertad huyendo del castillo de Roccasseca; según la tradición, su huida sería semejante a la del Apóstol San Pablo por una ventana del castillo. Una vez en libertad, tomó rumbo a París, sus hermanos esta vez no lo siguieron, quizás comprendieron la fuerza de voluntad de Tomás o quizás hicieron caso de los ruegos de su madre, o tuvieron miedo a las protestas de molestia que había realizado Juan “el Teutónico” frente a su santidad Inocencio IV por el hecho de haberlo asaltado y haber tomado prisionero a un miembro de su Orden; el caso es que el camino a la santa sabiduría estaba libre al fin.
       Santo Tomás emigra, como dijimos más arriba, a la ciudad de París, en donde ingresa al convento de Saint Jacques, en calidad de novicio. Este monasterio será su residencia por los siguientes tres años. Entre estas aulas, el "Maestro de los Ángeles" comienza a recibir sus lecciones de filosofía y teología de la mano de connotados maestros, como el legendario San Alberto Magno, al cual nos referiremos inextenso más adelante. Tomás era un estudiante muy retraído y taciturno, muy quitado de bulla, que las más de las veces trataba de pasar desapercibido en las clases; pronto sus condiscípulos se burlarán de él y lo tildarán de "Buey Mudo". Pero la grandeza de espíritu y sus increíbles dotes para el estudio, no pasaron desapercibidas para el maestro Alberto, quién en una ocasión dijó: "Vosotros le llamáis el buey mudo; yo os digo que este buey mudo bramará tan alto que sus mugidos henchirán el mundo"(Maritain. El doctor Angélico. p 28). Estas palabras serán reveladoras del brillante futuro que le esperará a Santo Tomás. Pronto se dará, una profunda y muy fructífera relación entre ambos sabios y santos.

San Alberto Magno: El fecundo maestro.

       San Alberto es uno de los hombres más brillantes de la Edad Media, desempeñó un papel importantísimo en la arriesgada tarea de encauzar el aristotelismo dentro de la ortodoxia cristiana. Desplegó su grandeza en las áreas de la filosofía natural, del derecho y el estado sin dejar de lado sus grandes dotes de teólogo. Sus estudios en las áreas de las ciencias, lo hicieron más famoso que sus tratados de filosofía, quizás porque en su época las ciencias estaban muy emparentadas con las artes mágicas, lo que se tradujo en que más que un filósofo se viera como un hechicero"Eran las tribus semipaganas del Norte las que le admiraban como tal. Son las tribus semipaganas de las ciudades industriales de nuestros días, los devoradores de libros de fantasía y de folletos baratos, los profetas periodísticos, los que todavía le admiran como astrólogo" (Cherterton. Pp 60).
       Alberto se destacó por ser un recopilador del conocimiento, gran parte de su vida se dedicó al análisis y estudio de extensas obras filosóficas del estagirita, ya que supo darse cuenta del gran valor de Aristóteles en el dogma cristiano; de está forma dio a conocer toda la acumulación de conocimientos físicos, matemáticos y metafísicos de helenos, árabes y judíos. Pero no se contenta sólo con dar a conocer estos conocimientos, sino que también los explica y los comenta dándoles un encauzamiento a estos, de esta manera se trasforma en un poderoso enciclopedista. Dice al respecto el propio Alberto Magno: "En esta obra seguiré el orden y el pensamiento de Aristóteles, diciendo todo lo que estime necesario para explicarlo y probarlo; pero de manera que nunca tenga que hacer mención del texto. Pero lo demás, haré digresiones, a fin de dilucidar cualquiera duda que pueda surgir para su recta comprensión, y llenando de paso algunas lagunas que han oscurecido para muchos espíritus el pensamiento del filósofo. La división de toda nuestra obra será la que indican los títulos de los capítulos; allí donde el título indica solamente el asunto del capítulo, quiere decirse que el capítulo pertenece a la serie de los libros de Aristóteles, por el contrario, siempre que el título anticipa una digresión, es que lo hemos añadido a título de suplemento, o que lo hemos intercalado a título de prueba. Procediendo de este modo, escribiremos tantos libros como Aristóteles, y con los mismos títulos. Seguidamente, añadiremos algunas partes que están inacabadas, o, si vienen a mano, libros enteros que nos faltan; los cuales fueron omitidos, bien porque Aristóteles mismo no los escribió, bien por que habiéndolos escrito, no han llegado a nosotros" (Cherterton. P 60). De esta manera, construyó el engranaje de la máquina, que luego su amado discípulo engrasaría y echaría andar.
       La relación de ambos santos fue muy fructífera y unida. Esta relación será muy profunda, relación que sólo se da entre hombres brillantes. Cuando Alberto se le otorga el cargo de dirigir el nuevo Studium Generale, establecido por la orden en la Universidad de Colonia, colocó como condición el poder llevarse a Tomás consigo, cuestión que fue aceptada sin muchos problemas. Maestro y discípulo viajaron por los largos caminos medievales que separaban ambos burgos. Tomás permaneció en la ciudad de Colonia hasta el verano de 1252, fecha en la cual debe volver a París con el dolor de su corazón por tener que dejar a su maestro, pero debía preparar el magisterio de teología. El primer paso para la fijada meta, fue el obtener su licencia en teología en 1256, para luego pasar los siguientes tres años en la profundización de sus estudios religiosos hasta alcanzar el rango de maestro.

Maestro en la Universidad de París.

       Una vez obtenido el grado de maestro en teología, su genialidad se hizo patente entre los círculos de estudiantiles de la época, por lo cual en 1256 fue nombrado profesor de teología por intersección de San Alberto Magno, que veía en el joven Tomás una fuerte carta en la materia. De esta manera pasa a ocupar una de las dos cátedras concedidas a los Dominicos en la Universidad de París; sus primeras lecciones fueron sobre el estudio de las obras de Pedro Lombardo.
       Se le entrega la clase de bachiller bíblico (1252 - 1254) y luego la de Bachiller Sentenciario (1254 - 1256). Sin embargo el nombramiento no quedó del todo oficializado hasta el año subsiguiente debido a las disputas entre el clero secular y el regular.
       Fray Tomás de Aquino, al igual que San Buenaventura como se desprende del párrafo anterior, fue nombrado maestro de Teología por el canciller Heimerico (licentia docenti). Pudo entonces dar sus primeras lecciones (principium) y desarrollar independientemente su actividad docente dentro de la Universidad. Tomás sintió un gran privilegio, pero a la vez una enorme responsabilidad, le inquietaba no realizar un buen trabajo en una materia tan sagrada como lo son las ciencias teológicas. Al respecto Maritain rescata lo siguiente: "Señor, dice, <<sálvame, pues la verdad desaparece de entre los hijos de los hombres>>. Ruega y llora largo rato; al fin se adormece.  Fray Tomás ¿por qué esas preces y lágrimas?- Porque me obligan a aceptar la carga de Maestro y me falta la ciencia necesaria. No sé qué exponer para el día de mi recepción.   Acepta en paz el oficio de Maestro, Dios está contigo. Y el día en que inaugures el curso, desarrolla estas palabras:<<Tú riegas los montes con las aguas que envías de lo alto, colmas la tierra de frutos que tú haces nacer>> (Maritain. El Doctor Angélico. P 30).
       Era tal su concepto del profesor de teología, que en una de sus disputas (Quodlib., I, 14), plantea la cuestión de sí la mayor importancia en la Iglesia corresponde a los pastores o a los maestros de teología y se resuelve por estos últimos, dando como razón el que es mucho más importante el constructor del edificio, que los trabajadores que operan en la construcción en sí.
       Su energía no sólo se iba en preparar sus clases, sino que su inquietud intelectual lo llevaba a escribir sobre sus profundas reflexiones teológicas y filosóficas. Su celebridad traspasó los muros del convento, y pronto personajes importantes de la nobleza y del clero pidieron su consejo o su enseñanza, el cual Santo Tomás estuvo siempre a bien proporcionar. Entre sus escritos de esta época podemos mencionar el "Trinitate", las cuestiones disputadas "De Veritate" y "Quodlibetales". Incluso no descansaba ni durante las vacaciones universitarias, ya que aprovechaba ese precioso tiempo para terminar ciertos escritos o colocar en orden su trabajo.
Monasterio de Monte Casino

       Sus capacidades fueron aprovechadas por la Orden  para que durante el Capítulo General de Valenciennes, en el que había de fijarse el orden de los estudios de las escuelas dominicanas de toda Europa. Tomás tuvo una destacada participación junto a otros grandes de la orden como San Alberto Magno, Florentius y Pedro de Tarantasia (el futuro Papa Inocencio V). La orden asignó una gran importancia a los estudios liberales, y muy especialmente a la filosofía. En esta reunión también se acordó el establecimiento de casas en España (tanto en la parte cristiana, como en la musulmana); a raíz de este hecho y por petición de Raimundo de Peñafort, Tomás se dedicó a escribir la "Summa contra los Gentiles" que la realizó cuando ya estaba avecindado en Italia, entre los años 1259 - 1264.

Su Estancia en la Corte Pontificia.

Pronto su fama, como es natural, se extendió más allá de París y la corte de San Luis, y llegó a oídos de los Papas, los cuales colocaron sus ojos en él; se le otorgo el cargo de Teólogo de la corte pontificia. Los Sumo Pontífices Alejandro IV, Urbano IV y Clemente IV le manifestaron su predilección: "Con el brillo y la precisión de un privilegio extraordinario de la predestinación, la misión recibida del jefe visible puso en actividad el espíritu invisiblemente recibido, y el espíritu está a la altura de la misión. Tomás de Aquino realiza su obra como comisionado por la Iglesia y la Iglesia, desde el comienzo mismo de la obra, la hace propia" (Ídem p 3). Viajó por las ciudades de Orvieto (1261-1265) y Viterbo (1267-1268) junto al Papa Urbano IV; varios de sus escritos, como por ejemplo Catena aurea o el Contra Errores Graecorum, fueron dedicados a la persona de este pontífice. En estos años, tomó parte en la institución de la fiesta del Corpus con la composición de su oficio litúrgico. Junto a él, se encontraba una lumbrera de la filología, Guillermo de Moerbeke, al cual indujo a traducir la obra del estagirita del griego al latín. Los comentarios a las obras de Aristóteles serán de un gran alcance, incluso mayor que el realizado por Gerardo de Cremona y Miguel Scoto, los cuales obtuvieron sus traducciones desde el árabe y no como hemos notado en el caso del aquinatense, que la obtuvo del griego: "A la estancia de Santo Tomás en la corte de Urbano IV aluden evidentemente estas palabras de un poema del maestro Enrique publicado por Grauert: <<Hay allí uno que sería el inventor de una nueva filosofía si la antigua quedase por el suelo destruida. Como nuevo editor la levantaría de nuevo de la mejor manera; aventajaría todavía a los filósofos antiguos por la gloria de su sabiduría>>" (Grabmann. P 14).


       El sucesor de Urbano IV en el trono pontificio, Clemente V, apreciaba aún más el talento de Tomás al punto de querer nombrarlo obispo de la ciudad de Nápoles, a lo cual el Santo se opuso tajantemente. Mediante ruegos y lágrimas consiguió que su santidad se olvidara de la idea y lo dejara, como él deseaba, maestro de teología, que era todo lo que Tomás amaba. En 1265 fue llamado desde Roma para hacerse cargo de la dirección de los estudios de la Orden en la provincia romana. En la ciudad eterna ejerció en el convento de Santa Sabina, en el cual estuvo el maestro fundador de la orden  de Santo Domingo de Guzmán; aquí ejerció el cargo de profesor con el celo al que ya nos acostumbramos a observarle. Su trabajo en las universidades italianas le dejaba  mayor tiempo que la Universidad de París, el cual, él sabía aprovechar de la mejor manera posible. Se daba a una infatigable tarea; según algunos testigos dicen que andaba con tres, cuatro y cinco secretarios al mismo tiempo a los cuales les dictaba tópicos de diversas materias casi simultáneamente, incluso han afirmado que se quedaba dormido dictando y que al despertar continuaba haciéndolo (Maritain. P 32). El trabajo más fuerte se realizó como ya hemos mencionado en sus comentarios de Aristóteles y de Averroes, esto con la intención de comprender a estos magníficos filósofos, pero también para despejar dudas y tergiversaciones que se estaban expandiendo por la Europa cristiana; de esta época son sus comentarios a la Metafísica, Física, la Ética a Nicómaco, La Summa Teológica en su primera parte y su Summa Contra los Gentiles, entre otras tantas obras.

La Polémica Contra Siger de Brabante.

       Enseñando en Viterbo en 1268, fue llamado por la orden repentinamente para que nuevamente se hiciera cargo de la cátedra de teología en la Universidad de París. Es importante tener presente que este hecho es muy curioso, debido a la tradición universitaria medieval de que un maestro no podía volver a ostentar el cargo de profesor de una misma cátedra dos veces, incluso tampoco podía volver a ejercer en el mismo plantel de estudio. Pero toda tradición podía dejarse a un lado si la verdad estaba siendo atacada, como era este caso, por Siger de Brabante y Beotio Daco. Estos intrépidos profesores y escritores, con una seductora y temeraria inteligencia, escudándose en la idea de hacer triunfar las ideas de Aristóteles, en realidad estaban introduciendo las ideas de Averroes en la facultad de Artes, comprometiendo de esta manera todo el trabajo realizado a favor de la introducción de las ideas del estagirita.
       Una vez de regreso en París, su trabajo intelectual continuó muy fuertemente, enseñando y rebatiendo la idea de los averroístas. Desde 1269 hasta 1272 se libró una encarnizada lucha intelectual dentro y fuera de las aulas universitarias. En este duelo que emula las grandes gestas guerreras, el Santo logró vencer dentro de las aulas, mientras que fuera de ellas las doctrinas de Brabante fueron condenadas por el Obispo de París en 1270 "El <<triunfo de Santo Tomás>> sobre Averroes, que aparece a sus pies aniquilado, se representa en un notable fresco de Andrea de Bonaiuto en la capilla de Florencia, en retablos de Filippo Lippi en Santa María supra Minerva de Roma y de Fr. Traini en la iglesia de Santa Catalina de Pisa, y en una pintura al temple de Venoso Gozzoli en el Louvre"( Grabmann, p 17).
       Durante esta nueva estancia en París, no sólo se dedicó con alegre espíritu a rebatir a los averroístas latinos y a los enemigos de las ideas peripatéticas, sino que prosiguió su trabajo literario con renovada energía. Fueron compuestos los tratados de la “Perfección de la vida espiritual”, “Contra los adversarios de la vida religiosa”, “De la  unidad del intelecto contra los averroístas”, “De la eternidad del mundo en contra los detractores de Aristóteles”, los “comentarios” sobre el “De Causis”, sobre los "Meteoros", las últimas "Cuestiones disputadas" y la segunda parte de la "Summa Teológica".
       Durante este periodo, también se renovó las disputas  entre los profesores del clero seculares y los de congregaciones, esta vez la tormenta la desencadenó Gerardo de Abbatisvilla, un muy respetable sabio, así por lo menos lo consideraba el Maestro de los Ángeles en su obra “Quaestiones quodlibetales” (Grabmann. P 19) y Nicolás de Lisieux. Los profesores seculares argumentaban que el hecho de que los maestros de la orden de San Francisco y los dominicos estuviesen en constante cambio de residencia complotaba con una buena enseñanza, ya que no se podían empapar del espíritu realmente docente universitario. Tomás con todo el prestigio ganado, vino a ser el que refutara tales acusaciones, demostrando magníficamente en el Questiones Quolibetales la gran equivocación que tenían los profesores antes citados y el clero secular en general.
       Una tercera polémica le quedaba por librar a Tomás con el ingreso del averroísmo aristotélico. Muchos teólogos conservadores principalmente de la orden franciscana, como Roberto de Kilwardby y John Peckham, vieron en las enseñanzas del estagirita un peligro en la recta doctrina; para ellos, las enseñanzas de San Agustín de Hipona no solo eran suficientes en materia teológica, sino que también en filosofía debían ser suficientes, mientras que Aristóteles era visto como algo más que una simple decoración intelectual. Tomás defendió la enseñanza de Aristóteles, ya que creía que estas en materia de teoría del conocimiento y psicología, eran un importante aporte a la teología y a la filosofía. Estas últimas luchas decidieron al canciller de la universidad a zanjar en parte la polémica, pidiendo que Santo Tomás fuera removido de su cargo y en su lugar se colocara alguien más de la tendencia agustiniana; el cargo recayó en el hermano de orden de Tomás, Fray Francisco Romanus, mientras que el aquinatense era enviado nuevamente a Italia. Como es obvio de comprender esto no turbo el espíritu de Tomás en nada y viajó feliz a hacerse cargo de su nuevo trabajo académico en la ciudad de Nápoles. Esta decisión no fue del agrado de los profesores que pidieron a la orden, durante su capítulo general de 1272, que volviese Tomás a ejercer como académico de la universidad, lo cual no fue acogido por la orden.

Muerte de un Santo.

       Nuevamente abandona la cuidad de París en 1272, y regresó a Italia, donde el ya mencionado Capítulo General de la Orden en la ciudad de Florencia lo restituyó de inmediato a sus tareas de profesor y al mismo tiempo le encargó fundar y dirigir un Studium Generale de teología y para ello se le dieron las más amplias libertades de ver el lugar físico donde estaría. A instancias del príncipe Carlos de Anjou, Tomás se decidió por la ciudad de Nápoles: "Allí había hecho en su mocedad sus primeros estudios, allí su corazón ansioso de Dios había buscado la paz de la vida del claustro en la Orden de Santo Domingo, allí marchó entonces el sabio llegado a la cima de su madurez, de su esfuerzo ascético y de su producción intelectual ¿presentía que sólo le quedaban pocos años de vida?" (Grabmann. P 19).

       Se sabe que en sus últimos meses de vida tuvo visiones místicas. En Diciembre de 1273, después de decir misa, suspendió su trabajo en la tercera parte de una de sus monumentales obras "La Summa Teológica", diciendo a su amanuense que había llegado al final de sus escritos, la razón que entrego es que "después de lo que Dios se dignó revelarme, me parece paja todo cuanto he escrito" (Copleston, F. C. El pensamiento de Santo Tomás. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México. 1960. P 8); otras fuentes dicen que intentó destruir los escritos. Su estancia en esta última ciudad fue muy breve, ya que en el mes de Enero de 1274 fue convocado personalmente por el Papa Gregorio X, para que compareciese al Segundo Concilio General que se realizaría en la ciudad de Lyon. Este concilio trataría de la unión entre la Iglesia Católica Romana con las Iglesias Católicas Ortodoxas del oriente. El Papa quizó tener en este Concilio a las voces más destacadas en materia teológica, como a los conocedores de la problemática existente entre las dos iglesias, cuestión que el aquinatense llenaba con creces (Contra Errores Graecorum).
       Santo Tomás como buen religioso, obedeció al pontífice y se colocó en camino de la mencionada ciudad francesa, pero en el trayecto, comenzó a sentirse muy mal debido a los desvelos de una vida de estudios; su salud fue quebrándose cada vez más, su estado se agravó por la dureza del viaje. Cuando llegó al monasterio cisterciense de Fossanova, en la región de Terracina, al sur de la ciudad de Roma, Tomás ya no pudo soportar más y debió permanecer convaleciente. Mientras estaba en cama y siguiendo la parábola del buen siervo el cual al llegar su señor lo encuentra realizando su trabajo, así también Tomás estaba, ya que enseñaba a los monjes el Cantar de los Cantares, dando una magnífica interpretación. Su salud continua decayendo, en su lecho de muerte su amigo y secretario Reginaldo de Piperno lo confesó y le dio la eucaristía, cuando la recibió dijó las siguientes palabras: "Yo te recibo, precio de redención de mi alma. Por amor de ti he estudiado, he soportado vigilias y me he fatigado, te he predicado y enseñado. Nunca he dicho nada contra ti. Tampoco persisto en mi opinión obstinadamente, sino que si alguna vez me hubiera yo expresado con error sobre este Sacramento, yo lo someto al juicio de la santa Iglesia romana, en cuya obediencia salgo de este mundo"(Grabmann. P 20).


Tumba de Santo Tomás de Aquino


       Terminó por fallecer en marzo del citado año. Su pérdida fue invaluable. En la Universidad de París la noticia causó conmoción, el centro intelectual tenía de sobra motivos para sentir su partida; había sido una lumbrera en sus aulas, una que había alumbrado mucho, por lo cual, era motivo de orgullo y ornamentó para la Universidad. Se envía una misiva al capítulo general de la orden de 1274 para alabar su persona y para que sus restos sean llevados a los establecimientos universitarios. El pedido no fue acogido, pero su obra permaneció en las aulas de aquel plantel. Sus restos fueron llevados después de una serie de vicisitudes a la Iglesia de los Dominicos en Toulouse en 1368. Durante la Revolución Francesa, donde los oscurantistas y fanáticos del movimiento saquearon la Iglesia, los restos fueron llevados a la Iglesia de San Fermín de la misma ciudad, donde aún reposan en la paz de Dios, su gran motivación y maestro.

2 comentarios:

  1. La vida del querido Tomás, hace rato inspiró este soneto


    Tomás de Aquino, querido buey mudo,
    Humilde portavoz de lo divino,
    Rompes la duda mostrando el camino
    Allí donde otro jamás pudo.

    Que no negaste, más bien distinguiste
    Y tras la huella de Dios, anhelante,
    En las bases del Ser fundante
    A sin fin de preguntas respondiste.

    ¡Cuanta fuerza en la humildad de tu luz!
    ¡Cuánta paz al presentar tu argumento!
    ¡Cuánta prudencia, respeto y amor!

    Que Cristo, por tus palabras contento
    Te ofreció: ¿Qué deseas? Pero tú
    Presto dijiste: ¡Sólo a Ti, Señor!

    Paz y bien!!!!!!

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  2. Un poema que resume toda la obra y vida del Santo, esto me recuerda cuando Glson al referirse a la obra de Chesterton sobre la vida de Santo Tomas dijo que era mejor que la realizada por él, así también lo creo, que la poesía guarda lo sublime y elevado más allá de las palabras e ideas, gracias por compartir tu poesía que no lo haces muy a menudo.

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